El Ártico: un nuevo espacio en el tablero geopolítico mundial

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El creciente impacto del cambio climático está provocando un proceso irreversible de deshielo en el Ártico; un hecho que lleva asociado la apertura paulatina de este espacio geográfico. La descongelación de esta zona, históricamente inaccesible, posibilitará la explotación de sus dilatados recursos y de nuevas rutas marítimas, cuyo uso tendrá como resultado una notoria reducción de la distancia entre el Océano Atlántico y el Océano Pacífico. Debido al creciente interés que han suscitado estas transformaciones en la región, se analizará, como resultado de la apertura de este espacio, las geopolíticas que desarrollan algunos países en el mismo -con especial atención a Rusia, Estados Unidos y China-. Estas acciones por parte de los diferentes Estados pueden, incluso, llegar a generar otro Gran Juego que contribuya a la modificación del panorama geopolítico mundial.

Introducción

Desde tiempos remotos el hombre siempre se ha mostrado interesado en los mecanismos de funcionamiento del universo. ¿Cómo se ha construido la realidad que alcanzamos a vislumbrar? ¿Cómo funciona el mundo? ¿Quién controla o dirige lo que sucede en él? De este modo, desde hace siglos una gran cantidad de estudiosos se han embarcado en una búsqueda infinita de conocimiento para revelar los engranajes del mundo. En esta línea, en el ámbito de la geopolítica, personalidades como Mahan, Mackinder, Spykman o Brzezinski, entre otros, han ansiado ahondar en esta cuestión. Así, desde la corriente marítima de Mahan y su apuesta por el control de las rutas marítimas como medio de dominación mundial; la corriente continental de Mackinder que defiende la conquista del Heartland o área pivote -con su epicentro en la actual Rusia- como medio de control a nivel internacional; el enfoque de Spykman y su concepto de Rimland -que acota el Heartland, dotándolo de capacidades de control y proyección sobre el mismo-; hasta el Gran Tablero Mundial de Brzezinski; ninguno de ellos ha tenido en cuenta en sus respectivos análisis el espacio ártico. i

En este sentido, tan sólo Brzezinski advertía del riesgo que implicaría para el panorama geopolítico actual la alianza de los conocidos como Estados «bárbaros», como Rusia o China, ¿qué ocurriría entonces si el fenómeno del deshielo permitiese la apertura de nuevas rutas en el Ártico, cuyo control fuese del interés de estos países? Desde el ámbito de la geopolítica, Waltz ya advirtió de la insuficiencia de profundizar en el estado de la política internacional a través de la composición interna de los Estados o de la suma de sus políticas o acciones exteriores; así, contribuyó al desarrollo –al igual que Mearsheimer- de un nuevo enfoque: el neorrealismo, que se tomará en consideración durante el presente análisis.

Una aproximación al espacio Ártico

El Círculo Polar Norte presenta una gran diversidad tanto a nivel político como geográfico. Existen ocho Estados Árticos- todos ellos miembros del Consejo Ártico- Canadá, Dinamarca (Groenladia e Islas Feroe), Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia, Suecia y Estados Unidos. Cinco de ellos son Estados costeros -Canadá, Dinamarca, Noruega, Rusia y Estados Unidos-; que pertenecen a la OTAN, excepto Rusia, un país este último que, junto con Canadá, está considerado como gigante del Ártico por su extensión territorial. ii

Gran parte del territorio del Ártico se presenta como plataformas continentales con apenas quinientos metros de profundidad; un hecho que se erige como germen de los problemas de indefinición de las fronteras de este espacio. Sumado a esto, la variación en la forma y la posición del hielo complica la elaboración precisa de un mapa, un factor que contribuye a aumentar el grado de complejidad de su dimensión geopolítica iii. Además, se trata de un espacio que cuenta con vastos recursos naturales -el treinta por ciento de las reservas mundiales de gas natural y el trece por ciento de las reservas mundiales de petróleo-. En este punto, para sentar la base de la dimensión geopolítica de este espacio conviene señalar que no existe ningún tipo de tratado -más allá de las zonas económicas exclusivas (ZEE) recogidas en la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Mar (UNCLOS, por sus siglas en inglés)- para la explotación y gestión de estos recursos. iv

Asimismo, cabe subrayar que el fenómeno del deshielo del Ártico tendrá como resultado la apertura de dos rutas marítimas que conectarán los Océanos Atlántico y Pacífico, un hecho de suma importancia a nivel geopolítico. Por un lado, la ruta noroeste -cuyo dominio reclama Canadá- conectará estas masas de agua por la costa norteamericana y se presentará como una alternativa al Canal de Panamá; y, por otro, la ruta noreste, que conectará también estos dos puntos a través de la costa rusa y se alzará como alternativa al Canal de Suez. v

Rusia: el gigante del Ártico

Rusia se presenta como el Estado más proactivo -y, a priori, más agresivo, según el enfoque de Mearsheimer vi – en el Ártico, de hecho, este país fue el primero que se mostró interesado en esta zona. En este sentido, la explotación del espacio que lleva realizando durante años, les confiere a los rusos una gran ventaja a nivel militar; sin embargo, pese a su aparente superioridad en este ámbito, cabe remarcar el carácter obsoleto de sus fuerzas armadas. De esta manera, aunque, en principio, Rusia no se encuentra en posición de hacer frente a Estados Unidos a nivel militar en la región, sí es capaz de desarrollar una estrategia de «denegación de área» o A2/AD para evitar la penetración del Estado norteamericano en su zona de influencia -tal y como está sucediendo con el famoso «collar de perlas» chino en el Mar de China-.

Por otro lado, también es necesario incidir en la dependencia económica rusa de los ingresos procedentes de la exportación de petróleo; un punto fundamental para comprender el interés ruso por este espacio geográfico. Esto se ve reflejado en el intento por parte de Rusia de ampliar su ZEE, más allá de las doscientas millas estipuladas en la UNCLOS. Esta ampliación supondría la inclusión de territorios del Mar de Barents, Mar de Okhotsk, Estrecho de Bering y aguas libres de hielo en el Ártico -algunas de estas zonas también reivindicadas por Noruega, Dinamarca, Canadá y Estados Unidos-. En esta misma línea, destaca la reclamación rusa -también noruega y canadiense-, fundamentada en el artículo 76 de la UNCLOS, de la cresta Lomonosov; un punto geoestratégico que posibilita el control directo de la Ruta Marítima del Norte (RMN). Este control de la RMN implicaría para Rusia un aumento en la exportación de los recursos extraídos de la zona y la importación de otros recursos que contribuirían al desarrollo del país. Todo ello, permitiría la descongestión de la ruta férrea transiberiana y el ascenso de Rusia a una posición privilegiada en el ámbito del transporte marítimo internacional. Aunque, en este punto, conviene tener en cuenta el carácter comercial ruso y las carencias que presenta en materia de infraestructuras y tecnología para la explotación de estos recursos, factores que colocan a Rusia en una situación de dependencia respecto de la inversión extranjera. En este punto, resulta interesante recordar la colaboración entre Rusia y China en el proyecto del Mar de Kara, puesto que puede alzarse como indicio de las intenciones de ambos países en el Ártico.vii

Finalmente, de hacerse posible esta explotación de la RMN, se precisaría la reformulación de las teorías clásicas en el ámbito de las relaciones internacionales; pues Rusia perdería su profundidad estratégica al producirse la apertura de su flanco norte y se convertiría en una auténtica potencia marítima -una afirmación que contrasta con la teoría desarrollada por Mahan, que no mostró demasiado interés por este país al considerarlo una potencia continental, tal y como hizo Mackinder en su enfoque-.

Estados Unidos: a la deriva ártica

Estados Unidos, por su parte, se presenta como el Estado menos implicado en el espacio ártico; quizá por su alto grado de implicación en otras cuestiones y la alta presencia durante las últimas décadas en Europa y Oriente Próximo, así como su relativamente reciente giro político hacia la zona de Asia-Pacífico. Aunque sí ha desarrollado numerosas expediciones con el objetivo de intentar encontrar argumentos para aumentar su jurisdicción en el área, siempre se ha mostrado partidario de mantener el Ártico como una zona internacional -una postura más defensiva, desde el enfoque de Waltz viii – siendo consciente probablemente, de que la sectorización de la región beneficiaría a los dos gigantes del Ártico: Rusia y Canadá.

En esta línea, aunque, en principio, Estados Unidos no se muestra excesivamente interesado en la zona ni en sus recursos -gracias al desarrollo de las nuevas técnicas de fracking y su decreciente dependencia de la exportación de recursos energéticos- se encuentra en posición de actuar a nivel militar en el Ártico -tanto por su capacidad aérea y naval-sin-rompehielos, como a través de sus aliados de la OTAN-.

China: hacia la búsqueda de una nueva «ruta de la seda» marítima

Por último, China se presenta como el único Estado no ártico que se analizará. El escaso interés de Estados Unidos en este espacio geográfico y el uso que hacen algunos países como arma diplomática frente a Estados interesados en la zona, ha supuesto una puerta de entrada para China en la región; hasta llegar a alzarse como miembro observador del Consejo Ártico. La estrategia china en la región se basa en el desarrollo de la diplomacia activa, a través de la firma de acuerdos en diversas materias. Como les ocurre a los rusos, el interés de China por la RMN viene determinado en gran media por su dependencia económica de la importación de fuentes de energía, sobre todo de hidrocarburos y de productos manufacturados. Esta potencial explotación de la RMN supondría para China una alternativa a los bloqueos en el Estrecho de Malaca. ix

Conclusiones

A lo largo de las anteriores líneas ha sido posible estudiar el espacio ártico como un sistema marcado por la ausencia de una autoridad central y de seguridad colectiva y tras el que subyacen dinámicas de carácter competitivo.

Asimismo, es posible estudiar las acciones de Rusia y China desde un enfoque más ofensivo -propio del enfoque neorrealista de Mearsheimer- en el Ártico, pues ambas pretenden reforzar su papel a nivel internacional a través de este espacio geográfico. Sin embargo, habrá que tener en cuenta esta relación de dependencia que se genera entre ambas -necesidad de inversión extranjera por parte rusa y la inversión china como arma de penetración (diplomacia activa)- que podría limitar la proyección de ambos Estados en la región. Así, como la posible intervención de Estados Unidos en la zona. En esta última línea, a su vez, será necesario valorar hasta qué punto Rusia se encuentra en posición de plantear una estrategia defensiva en este espacio geográfico.

En cualquier caso, cabe esperar durante los próximos años que el Ártico se alce como un espacio estratégico de cruce de intereses entre distintos Estados en el que se produzca una intensificación de los conflictos como producto del vacío jurídico que impera en la zona. De esta manera, es probable que la cuestión del Ártico termine desafiando el statu quo actual.

i Sin olvidar las aportaciones de autores como Mackinder, que sí consideró la importancia de zonas como Siberia, cuya parte de su territorio se enmarca en las líneas del Círculo Polar Ártico, o Spykman, que ampliaba su Rimland hasta los países escandinavos. No obstante, todos ellos presentan como punto convergente la imposibilidad de considerar, cuando desarrollaron sus teorías, el fenómeno del deshielo y sus implicaciones geopolíticas, por lo que sus enfoques no abarcan este amplio espacio geográfico.
ii Perreault, F. (2014). El «tira y afloja» político sobre la gobernanza del Ártico. El viaje de China hacia la condición de observador permanente. En Instituto Español de Estudios Estratégicos, Geopolítica del Ártico. Dos visiones complementarias. España-Singapur, p. 38.
iii Baños, P. (2010). Ártico: geopolítica de una guerra imposible. En Ejército de Tierra Español; Retos, riesgos y amenazas al inicio del siglo XXI, p. 132.
iv Ovalle, M. J. Y Salazar, M. A. (2016). “Análisis geoestratégico de Rusia en los mares descongelados del norte ¿nuevo escenario de conflictos o de cooperación en el siglo XXI? Estudios Hemisféricos y Polares 7 (4), p. 19.
v Del Valle, J. (2015). El Ártico. Un espacio frágil entre la cooperación y la lucha por la hegemonía. Instituto Español de Estudios Estratégicos, p. 7.
vi Mearsheimer, j. (2001). The Tragedy of Great Power Politics, New York: Norton, p. 361.
vii Baqués, J. (2018). La geopolítica del Ártico: una nueva pieza en el gran tablero chino. En Revista General de Marina, p. 309.
viii Waltz, K. (1979). Theory of International Politics, McGraw Hill, p. 192.
ix Baqués. J., op. cit., pp. 310-311.

Fuente

Razón: La ex alumna de la UEMC Andrea Arrieta escribe una columna sobre relaciones internacionales llamada “El atlas cifrado. En la columna se analizan temas relativos a la interacción entre diversos elementos del sistema internacional y los juegos de poder a nivel mundial.
Temática: Geopolítica y Ártico.
Antiguo alumno: Andrea Arrieta Ruiz.
Especialización: Grado en Periodismo en la UEMC. Máster en Paz, Seguridad y Defensa en el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado (IUGM). Línea de investigación: Estrategia, geoestrategia y geopolítica.
Profesor responsable: Rosa María Arráez Betancort (Dpto. de Ciencias Sociales).

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