Bibliotecas y archivos, otra arma de guerra: Dulcilea

No hay identidad sin memoria, no hay democracia sin memoria y no hay justicia sin memoria. Fernando Báez

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Hace poco más de un mes despertábamos con la terrible noticia que una nueva ofensiva talibán había permitido a este grupo extremista islámico el control de Afganistán. Tras veinte años de democracia se vuelve a instaurar el terror entre su población ante el atropello de los derechos humanos, especialmente el de las mujeres y niñas.

Bajo la premisa de una interpretación estricta y extrema de la ley islámica, conocida también como sharía, los talibanes podrían realizar ejecuciones públicas, lapidaciones y prohibir el acceso a la educación y al trabajo a las mujeres.

Bibliotecas y archivos, instituciones asociadas a la identidad, al patrimonio, a la memoria y al conocimiento tampoco escapan al punto de mira de quienes amenazan la libertad ya que ambas juegan un importante papel en la preservación de los ideales de tolerancia, democracia, derechos humanos y memoria colectiva.

Son numerosos los ejemplos a lo largo de la historia de la aniquilación del patrimonio cultural bibliográfico con el fin de borrar la memoria de un pueblo, grupo o nación para así reconfigurar su identidad. Más del 80 por ciento de la literatura y ciencia egipcia se perdió, y lo mismo ocurrió con la griega antigua, ambas por conflictos armados[1]. Pero no hace falta remontarnos a la antigüedad ni a territorios lejanos para encontrar estos ejemplos. En nuestra Europa actual, no hace más de 20 años, la Biblioteca Nacional de Bosnia y Herzegovina, en Sarajevo fue devastada pese a que sus instalaciones estaban marcadas con indicaciones de patrimonio cultural. Junto a ella, más de 195 bibliotecas también fueron atacadas y los archivos de catedrales y parroquias de numerosas comunidades musulmanas y católicas destruidos por nacionalistas serbios como parte de la campaña de “limpieza étnica”. Al quemar los documentos de estas instituciones se eliminan las raíces históricas y la identidad y con ello cualquier futura reivindicación por las personas expulsadas o desposeídas[2].

Los talibanes que ahora intentan presentarse ante el resto del mundo como moderados ya en 1998 destruyeron la biblioteca de la Fundación Nasser Khosrow, en Afganistán, que contenía manuscritos escritos en árabe de más de diez siglos de antigüedad, textos en inglés, en pashtu, y en persa.  El ataque se atribuyó a una campaña de aniquilamiento de la lengua y la identidad persa, cultura perseguida por el islam[3]. La moderación esperada contrasta ahora, contrasta ya con las noticias de destrucción cultural que nos empiezan a llegar desde Afganistán, la devastación de la biblioteca de la Fundación Najiba Bahar[4], una joven víctima del terrorismo islamísta o la de la biblioteca del intelectual Mohaiddin Mahdi [5] son las primeras.

El patrimonio cultural y en él, el bibliográfico es el tesoro más valioso que posee la humanidad: incluye sus recuerdos, sus deseos y las soluciones para aquellos problemas presentados a lo largo del tiempo. Su protección, más allá de las declaraciones de la UNESCO[6] nos corresponde a todos y especialmente a bibliotecarios y archiveros que han de implementar acciones preventivas (reproducción en copias seguras y su amplia difusión) que aseguren las colecciones, evitando con ellas posibles pérdidas, quizá no del documento histórico, pero si de las ideas y el conocimiento contenido en ellos.

Puede concluirse, tal y como recoge Edgardo Civallero que “la destrucción de bibliotecas, museos y archivos no sólo es un objetivo de guerra: es una estrategia de destrucción”, de destrucción de la memoria, de la herramienta que tenemos los individuos para darle sentido a nuestro presente, extrayendo respuestas de nuestro pasado para poder así construir un futuro mejor.

[1] BÁEZ, F. Ibídem

[2] SAMEK, T. Biblioteconomía y derechos humanos: una guía para el siglo XXI. Gijón: Trea, 2008.

[3] Civallero. E. Cuando la memoria se convierte en cenizas: Memoricidio durante el siglo XX. Revista de Bibliotecología y Ciencias de la Información, 10 (15), 2007.

[4] https://najibafoundation.org/Contents/Events

[5] https://twitter.com/ObaidMahdi/status/1431182247135268864

[6] https://es.unesco.org/news/afganistan-unesco-pide-que-se-proteja-patrimonio-cultural-su-diversidad   http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=17718&URL_DO=DO_PRINTPAGE&URL_SECTION=201.html

Razón: Los nuevos alumnos que inician sus estudios en la universidad han de conocer todos los recursos que ésta pone a su alcance para ayudarles en la consecución de sus objetivos. La Biblioteca Universitaria es uno de ellos y es más que una simple sala de estudio. De ahí, surge Dulcilea.
Las bibliotecas contribuyen activamente a la consecución de la igualdad de género en todo el mundo.
Temática: Guerra cultural.
PAS: Mercedes Santiago Calvo. Biblioteca Universitaria.
Especialización: Acceso a la información.

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