Río de piedras

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Desocupado lector: sin juramento me podrá creer que quisiera que este artículo fuera lo que pudiera usted imaginarse. Mas viendo este ancho río donde unos hilos de agua serpentean turbados en un laberinto imposible de rocas, mi estéril y mal cultivado ingenio me ha traído a la mente lo que nos ocupa: la política municipal.

Nos ocupa y preocupa la política municipal porque nos toca de cerca: si salimos de casa y nos tropezamos en la acera, nos acordamos del alcalde; si además el bus va de bote en bote o nos atascamos con el coche, nos acordamos del alcalde y de toda la corporación municipal. Eso incluso antes de conocer la última marimorena en el Congreso de los Diputados.

Pero en periodo electoral nos ocupa mucho más, así que a ver a quién votamos: ¿miramos por la derecha o más allá, o por la izquierda o más allá? O al centro, si es que queda algo… Pero así empezamos mal, ¿no le parece? Lo de elegir directamente a los mejores vecinos y formar un equipo de gobierno independiente de partidos e ideologías está bien para una localidad muy pequeña, pero en los demás casos tenemos que examinar a quienes han gobernado: ¿qué está mejor y peor que antes?, ¿se acuerda de todo lo que dijeron que harían y no han hecho?, ¿y de lo que han hecho sin decir que lo harían? Claro, que faltaría por ver lo que han hecho de lo que dijeron que harían… Mas la oposición: ¿ha hecho algo más que oponerse y ladrar?

Tengo por aquí una lista que repasar: fíjese en la cantidad y calidad de los servicios públicos, en la limpieza de las calles, en la gestión de residuos, en las infraestructuras y su mantenimiento, calles y zonas verdes, en la movilidad, transporte público, seguridad ciudadana, etc. También en la planificación urbanística, en la política de desarrollo económico (impulso de empresas, comercio, empleo, etc.), en la política de tasas e impuestos, en el fomento de actividades de ocio, culturales y deportivas, política turística, así como diversos aspectos que puedan suplir o complementar servicios que presten o debieran prestar otras administraciones, ya sean regionales o nacionales.

No creo que haya nadie a quien no le interese vivir en una ciudad más amable, más segura, más próspera, más sostenible y con mayor calidad de vida. Bueno, siempre hay algún tonto, eso no falla. La cuestión es que ese ideal no depende de un partido político, sino de un equipo de gobierno competente capaz de realizar una buena gestión de los recursos; pero también de una oposición responsable que no se oponga por sistema y esté dispuesta a aportar ideas y contribuir a los avances.

Y aquí quería yo llegar: la política municipal es una micropolítica -en contraposición a la macropolítica autonómica o nacional- que no necesita de [macro] partidos políticos, ni mucho menos de ideologías. Es una política de efecto inmediato y que afecta al entorno cercano y diario de los ciudadanos. Que, ojo, no es que la macropolítica no tenga efectos en la gente, sino que su formulación parte de líneas estratégicas marcadas por la ideología gobernante y su planteamiento y efectos se extienden a poblaciones o territorios más amplios que no tienen en cuenta las particulares circunstancias locales.

En los municipios no necesitamos a los grandes partidos políticos porque sus guerras y dinámicas autonómicas y nacionales siempre acaban afectando al normal desarrollo de la política municipal. El objetivo último de mejorar la ciudad se ve a menudo relegado por la estúpida lucha de partidos e ideologías a escala local:

– Uno: ¿Cómo yo, el más progresista de la galaxia, voy a votar a favor de una iniciativa de un partido de derechas? No hijo, no.

– Otro: Venga, votemos una moción en contra de la ley del “puede que sí”, ya verás como esos dicen que no y quedan retratados.

– Y un servidor: ¡váyanse todos al carajo!

Esta perversa dinámica nos afecta incluso a los ciudadanos sin que nos demos cuenta. Sí, a usted también: cuando un partido propone una iniciativa, la analizamos automáticamente con suspicacia o con simpatía. Lanzamos inconscientemente el velo de la ideología y envolvemos cualquier propuesta que sepamos que parte de un partido concreto. Y si conocemos una iniciativa, el desvelo es saber primero de quién viene antes de analizarla objetivamente. Tenemos la imperiosa necesidad de situar esa propuesta en nuestro espectro ideológico. Por ello, es bueno darse cuenta de esta tara para intentar liberar nuestro intelecto del velo que lo sugestiona, o bien hacer el sano aunque difícil ejercicio de analizar las ideas sin conocer qué partido las propone.

En líneas generales la ideología de los partidos debiera influir más bien poco en la política municipal. Aunque, hombre, tampoco vamos a negar que hay actuaciones muy marcadas por la línea ideológica, mas no suelen ser de gran calado en el ámbito local. Los políticos municipales no debieran ubicarse en un espectro ideológico, sino en el de los programas; no confrontar ideologías sino iniciativas.

Pero la realidad es tan tozuda como los propios partidos, que se enzarzan una y otra vez en disputas estériles solo para justificarse ante su parroquia descartando sistemáticamente cualquier apoyo a las iniciativas del “contrario”. Tanto gobernantes como oposición, que monta tanto. Es la postura fácil y con la que piensan que sus parroquianos estarán más satisfechos. Pero no se dan cuenta de que esos parroquianos son solo los incondicionales; y a más a más hay otros votantes que prefieren comprobar que su voto tuvo sentido y que el partido trabaja, propone o se opone, alcanza consensos y contribuye con honradez. Solo faltaría explicar a los ciudadanos -no solo a sus votantes- las posturas que van tomando.

En el fondo, lo que azuza a esta confrontación de bloques es la disciplina de voto de los partidos que impide que los ediles puedan tener criterio propio, o que al menos de cuando en cuando puedan ser consecuentes con sus opiniones particulares. La disciplina de voto está bien para mantener una coherencia en las actuaciones de un grupo político, pero también se utiliza para dar cobertura a estrategias de partido supramunicipales. Sin embargo, poco o nada se puede hacer contra la disciplina de voto, a menos que se esté dispuesto a purgar la osadía con el destierro político.

En la política municipal hay chinas, piedras y hasta rocas, a izquierda y derecha. Piedras y rocas que no hay quien las mueva para que el agua pueda fluir con naturalidad.

“Que no es menester ni mucha habilidad ni muchas letras para ser uno gobernador… el toque está en que tengan buena intención y deseen acertar en todo, que nunca les faltará quien les aconseje y encamine en lo que han de hacer, como los gobernadores caballeros y no letrados, que sentencian con asesor” (El Quijote, 2ª parte, capítulo XXXII).

Twitter @DaniTomix
Instagram DaniTomix

Razón: ‘Enfoque Tomix’ es una selección de imágenes comentadas con las que descubrir algo nuevo a través de la óptica particular de @DaniTomix (Instagram y Twitter).
Temática: La política municipal.
PAS: Daniel Tomillo Colomo. Departamento de Admisiones y Marketing UEMC.
Especialización: Observar, indagar para descubrir algo y aprender antes de dormir.

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