Las primeras crisis de nuestro fútbol (II): profesionalismo, designación de árbitros y oposición a seleccionador nacional

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Cuando el campeón imbatible de boxeo Paulino Uzcudun escribía sus memorias de sus combates por todo el mundo, en el fútbol se hablaba y se cuestionaba el profesionalismo y los árbitros. Era una constante.

Así lo señalaba el presidente del FC Barcelona, Juan Coma, que se mostraba contrariado por cómo evolucionaba el campeonato de Cataluña (los mancomunados regionales), abogaba por no aumentar la Liga de Primera y Segunda, con diez equipos cada una, y se planteaba la contratación de jugadores profesionales extranjeros. Madrid y Athletic de Bilbao comandaban la Primera división, y Oviedo y Athletic de Madrid, la Segunda, mientras el Valladolid caía en 1933 en semifinales de la Tercera división con el Zaragoza. José Cantalapiedra, como presidente y Tomás Martín, como utilero, ya habían hecho objeto de presencia en la historia incipiente del Valladolid.

Otras voces más nacionalistas clamaban por la pertenencia de jugadores del terruño. Los clubes catalanes, con catalanes; los madrileños, compuestos de futbolistas madrileños; y los vascos, de vascos. Solo en un caso parece que arraigó esta postura que ha perdurado además en el tiempo.

El profesionalismo ya se había implantado en Argentina a través del River Plate y los italianos pronto habían copiado el modelo. El primer profesional español se decía que había sido Ricardo Álvarez, jugador del Racing madrileño, después del Stadium de Oviedo y más tarde del Español de Barcelona, uno de los clubes punteros. Precisamente el futbolista no pudo ir a la Olimpiada de Amberes por reunir esta consideración.

En 1934 en el Valladolid llegaban con el equipo ya en Segunda división y desde Hungría los dos primeros futbolistas extranjeros. Un centrocampista Lajos, que apenas jugó, y un delantero Reszo Kohut que sí vio portería con facilidad. Ambos avalados por la presencia del entrenador también magiar: Esteban Platko. Y es que los técnicos foráneos estaban mejor valorados que los nacionales. Hablando de esto, curiosa también es la trayectoria de otro entrenador extranjero, el inglés Mr. Pentland. Este ‘gentleman’, al que siempre se le reconoce con un bombín y un gran puro, dirigió al Racing de Santander, al Real Oviedo y en dos ocasiones respectivamente al Athletic de Bilbao (todavía es el técnico que más títulos ha obtenido con los vascos) y también al Athletic de Madrid. Sus métodos y sus declaraciones nos recuerdan tiempos presentes, de entrenadores actuales con el equipo colchonero: “El partido más importante –decía- siempre es el próximo partido”. ¿O no?

Lo extranjeros, se pensaba, iban a aportar cosas nuevas a nuestro fútbol. En este sentido surgían opiniones referidas a que era más provechoso dejar de firmar a húngaros, checos o jugadores del Este, y apostar por brasileños y argentinos, futbolistas más de nuestra forma actual de jugar. Todo, evidentemente, se oponía a las economías de guerra de los clubes que o bien eran sujetados por mecenas, o bien comenzaban ya a vivir subidos en las deudas que tiempo después terminaron por quebrar más de una entidad.

Pero la carrera hacia el profesionalismo y la apertura de jugadores traídos de lejos ya se había iniciado. Los clubes empezaron a contratar a futbolistas que ya dejaban de jugar por una propina y las grandes estrellas firmaban por los grandes equipos, lo mismo que el fútbol miraba hacia lejos de las fronteras para atraer a talentos. En Valladolid, el delantero Sañudo, que en la campaña 32-33 había protagonizado dieciséis goles en ocho partidos (aunque en Tercera división) y que estaba siendo seguido por el seleccionador nacional, José María Mateos, fue fichado por el Madrid, con lo que el Pucela se quedó sin su mejor artillero.

‘La liga de los árbitros’

Otra cuestión que preocupaba al espectador era el asunto de los árbitros, desde siempre los malos de esta película. Estaba meridianamente claro que un colegiado de una determinada región no podía pitar al club de su misma procedencia, aunque luego todo eran quejas. Quejas hacia la figura incomprendida del juez de línea, pero también hacia el trencilla que siempre estaba en el ojo del huracán. Por fas o por nefas. Ya se había superado el criterio anterior a través del cual los dos equipos debían ponerse de acuerdo para designar a un árbitro y que por lo mismo un equipo podía recusar a cuantos colegiados quisiera. Esto se redujo más tarde hasta dejarlo ‘solo’ en cinco recusaciones. Todo tendía hacia una mayor independencia del colectivo.

Se cuestionaba el sistema de designación y en algunos sectores se abogaba por sorteos en los que solo el azar tuviera preponderancia frente a otros criterios más sesudos, elaborados y sistemáticos repletos de diferentes variables como la necesidad de cumplir tres años dirigiendo al menos diez partidos en liga o copa en Primera o Segunda, coeficientes en los que se mezclaban también las veces que había sido objeto de protestas y otras razones de peso que llevaran a designar los quince colegiados llamados “de derecho propio”. Este sistema se denominó ‘La liga de los árbitros’ y que en algunas ocasiones Antonio Carcer, presidente de dicho comité, explicó a los medios informativos, haciendo gala de grandes y concienzudas reflexiones.

Seleccionador por oposición

En el año 33, con el Mundial de Roma ya en el horizonte, en España aparecían voces altisonantes sobre el estado del fútbol patrio. España no acudió al primer Mundial disputado en Uruguay y en 1934 se encontraba con una posibilidad cierta de calibrar y comparar su fútbol con el del resto del planeta. Portugal siempre era nuestro rival más cercano, y a la vez sencillo de superar, sin embargo, dos encuentros amistosos ante Francia y Yugoeslavia y dos severas derrotas no hicieron más que cuestionar si los nuestros sabían de verdad jugar a este deporte. Lo de Sabino y la furia de la Olimpiada de Amberes ya quedaba un poco lejos y las dudas se instauraron entorno a nuestra selección. Curiosamente se había perdido este apodo de la valentía y el honor por encima de todo y se nos tildaba de espontáneos, imaginativos, improvisados y no tan rocosos. Y por lo mismo, escasos de organización.

Además, nuestro fútbol, se decía, se deslizaba vertiginosamente por el peligro del declive y la decadencia. Muchos de los factores que se argumentaban eran que los futbolistas llevaban jugando desde septiembre en tres competiciones, que los seleccionados apenas practicaban juntos y que no había fechas en el repleto calendario para elaborar una mínima preparación. El mítico portero Ricardo Zamora llegaba a abogar por no renunciar a participar en el Mundial pero sí fijar una concentración de al menos dos meses del equipo nacional, y si esto conllevaba a que había que plantearse suspender algunas de las competiciones, bien la Liga o bien los campeonatos regionales, se hiciese sin miramiento alguno. Más duro era Samitier, quien señalaba que en caso de no estar suficientemente preparado el equipo nacional para acudir a la cita de Roma era mejor no ir. Así de drástico.

El siguiente encuentro internacional ante Bulgaria y una goleada por 13-0 para España apaciguó algo las aguas y además la Asamblea de la Federación se metió de lleno con las fechas y el calendario para asegurar que el equipo nacional gozaría al menos de 15 días de preparación antes de acudir al Mundial.

La que sí fue realmente curiosa fue la propuesta emitida por la Federación vizcaína y el Athletic Club en la Asamblea Nacional de Futbolistas para que el puesto de seleccionador nacional fuera adjudicado a través de una oposición como si se tratase de un funcionario de Justicia o de una Administración del Estado. El anterior entrenador nacional José María Mateos, que contaba con el aval de los vascos, había dejado su puesto al vitoriano Amadeo García Salazar y con él en la plaza llegó esta propuesta peregrina. Se decía que el cargo de seleccionador se cubriese a través de un sistema de oposición en el que el cuestionario teórico a contestar estaba dividido en tres temarios globales: el fútbol en general; el fútbol español y el fútbol internacional. Y dentro de este extenso glosario, se exponían numerados asuntos como el dribling y el pase; el fútbol en Guipúzcoa o el fútbol en Filipinas. Además, se puntuaba el conocimiento de más de un idioma y sobre todo el francés. Se buscaba un teórico. Al parecer, la idea no tuvo crédito alguno, ni respaldo y casi se tomó a tono de broma.

Razón: Santiago Hidalgo Chacel publica periódicamente en el diario El Norte de Castilla un artículo de opinión de temática deportiva. Algunos de esos artículos junto con otros inéditos serán publicados mensualmente en Vuélcate en su columna Sin perder el norte.
Temática: El primer campeonato federado en forma de liga se disputó en España en 1928-29. El autor ha investigado cómo era el fútbol en esos años 30, las primeras zancadillas, los primeros problemas y soluciones… en una serie que se desarrolla en tres entregas.
PAS: Santiago Hidalgo Chacel. Gerente de la Fundación UEMC.
Especialización: Periodismo deportivo.

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