En La Niebla

0

Capítulo 1

Nadie se lo vio venir. Una terrible e inmensa niebla cubrió la ciudad por completo.

Eran sobre las siete de la mañana. La ciudad ya estaba activa. Las personas iban a sus trabajos en coche, en bici o paseando. Aquel día, que amaneció con un sol radiante, pronto, se cubrió de blanco, un blanco tan espeso que nadie podía ver a más de cuatro metros delante de sus ojos. El ruido que causaban los coches y la población desapareció en cuestión de minutos. Como si la gente se hubiera desvanecido en el blanco.

Alan despertó tras una terrible pesadilla en la que un asesino, cubierto con una máscara ensangrentada, un anorak negro y armado con un hacha, asesinaba sin piedad a sus amigos y conocidos. Todas las noches el chico, tenía la misma pesadilla y ese hombre le perseguía en sus pensamientos, como si fuera un fantasma.

Cuando despertó de su terrible sueño, miró a un lado y a otro percatándose de que la biblioteca estaba completamente vacía. Miró el reloj de pared que había entre dos estanterías. Marcaba las siete y cuarto. Las clases no empezaban hasta las ocho, pero de normal, a esa hora, la universidad, estaba llena de gente en la biblioteca, cafetería y por los pasillos. Pero aquella mañana, no había nadie.

Cogió su mochila y salió al pasillo de la universidad. Estaba completamente vacío. El silencio absoluto solo se veía interrumpido por las pisadas del chico que caminaba lentamente por el lúgubre pasillo.

-¿Dónde están todos?- se preguntó a sí mismo- ¿Hola? ¿Hay alguien?

No hubo respuesta. Solo el eco que retumbaba en las paredes.

Siguió caminando, desconcertado.

-¿Acaso era día libre y no me he enterado?- se preguntó.

Sin embargo, al mirar su móvil vio que la fecha era martes, catorce de marzo. Día normal y lectivo.

– ¿Qué rayos está pasando?- dijo confundido

Se dirigió a su aula, solo para encontrarse con lo mismo. Nada. Solo silencio.

Se sentó en su sitio simplemente a esperar a que alguien entrase.

Pasaron los minutos y nada, nadie aparecía dentro de su clase. Entonces, encendió su teléfono y mandó un mensaje a su amigo John, al cual conocía desde párvulos y se encontraba en el mismo curso que él. No solía llegar nunca tarde, por eso se preocupó, ya que eran las ocho y cinco de la mañana.

«¿Tío donde estáis todos?»- le preguntó por mensaje. Sin embargo, no obtuvo respuesta alguna.

Entonces, preocupado, mandó otro mensaje a su novia, Clarice, teniendo el mismo resultado.

Alan salió corriendo de clase y fue directamente al aula de Clarice. No había nadie, solo el mismo silencio perturbante. Empezó a asustarse, quería demasiado a su novia y de tan solo pensar que algo malo le había podido pasar simplemente le rompía por dentro. Alan comenzó a hiperventilar debido a aquel pensamiento. Se sentó en una esquina de la habitación e intentó tranquilizarse.

Unos minutos después, tras relajarse, se percató de algo más inquietante. Al despertarse de la cama e ir camino a la universidad había un sol abrasador, sin embargo, por las ventanas no se reflejaba ni un rayo solar. Fue hacia las cortinas y al correrlas pudo contemplar la densa niebla que engullía por completo la ciudad.

-¿Acaso estoy teniendo otra pesadilla?- se dijo a sí mismo

Pero no, aquello era muy real.

De nuevo, salió al pasillo en dirección a la puerta principal. Al llegar, pudo ver cómo de densa era la niebla, nada más allá de cuatro metros era visible a través de esa gaseosa pared gris.

Estaba a punto de abrir la puerta, pero entonces, un ruido muy fuerte le heló la sangre. Era un grito ahogado, que provenía del cuarto de baño.

Alan quería salir corriendo, pero su conciencia no le dejó. A lo mejor alguien necesitaba su ayuda.

-¿Hola…?- dijo con la voz temblorosa- ¿Puede decirme alguien qué está pasando por favor?

El chico se acercaba cada vez más a la puerta del lavabo y con cada paso, se oía más cerca los gritos.

Pálido del miedo, Alan empezó a abrir la puerta, su respiración se entrecortaba, sudores fríos recorrían su frente, pero armado de valor terminó de abrirla.

La niebla de fuera cubría todo el cuarto de baño que tenía la ventana abierta. Dentro solo había una mujer, con un vestido de flores con el pelo largo y rubio que le tapaba la cara. Alan pudo reconocer que era su profesora de química.

-¿Señorita West?- dijo un poco más aliviado- ¿se encuentra bien?

La mujer no respondía, de ella ahora solo salían gruñidos.

Alan empezó a acercarse a ella. Pero en respuesta la señorita West se alejaba de él.

-¿Puede explicarme qué está pasando?- pregunto Alan – ¿Dónde está todo el mundo?

Seguía sin contestarle. El chico se dio cuenta de que algo no iba bien y se dirigió a la puerta sin hacer movimientos bruscos.

Al girarse, la señorita volvió a soltar un gruñido haciendo que Alan se girará de nuevo hacia ella rápidamente para encontrarse que la señorita ya no estaba. Miró en todas las direcciones, pero no encontró a nadie. Miró también en los cubículos, pero tampoco. Simplemente había desaparecido.

Salió corriendo del baño dirección a la puerta, necesitaba salir de ese lugar costara lo que costara.

Estaba saliendo por la puerta cuando sin previo aviso, unas uñas le agarraron la cabeza y le metieron para dentro de nuevo con gran fuerza tirándole con rabia al suelo.

Al levantar la vista vio como la señorita West, tenía los ojos rojos, los dientes afilados como cuchillas y las uñas como garras, tan afiladas que Alan tenía sangre cayendo por su cabeza. Con gran velocidad, la señorita se abalanzó sobre él para intentar atacarle, pero Alan pudo esquivarla.

Empezó a correr por el largo pasillo con la señorita corriendo tras de él a cuatro patas como si fuera un león mientras chillaba como una fiera.

Temiendo por su vida, Alan al doblar una esquina se metió dentro de una taquilla abierta y cerró la puerta de esta.

Empezó a llorar de manera descontrolada. No entendía nada, su profesora había perdido la cabeza, quería matarle.

Oía cómo la señorita West se acercaba, oía las uñas cómo rascaban las puertas de las demás taquillas mientras sus gruñidos se intensificaban.

Al llegar a la taquilla donde Alan se escondía, lentamente, miraba con sus rojos ojos a través de las rendijas.

Muerto de miedo, el chico notaba cómo el aliento de su bestializada profesora le golpeaba en la cara. Mantenía silencio tapándose la boca mientras lagrimas caían de su rostro.

La profesora simplemente se fue unos segundos después.

Alan no entendía nada de lo que ocurría. Ni podía pensar bien en lo que le acababa de ocurrir. Solo podía pensar en una cosa, Clarice. Temía al pensamiento de que su querida novia, se hubiera convertido en bestia también.

-No- se dijo a sí mismo- eso no puede haberle pasado. He de encontrarla. A ella y a John.
Con miedo, salió de la taquilla y se dirigió corriendo de nuevo a la puerta.

Mientras corría por el pasillo pudo ver cómo en una pared, al lado de un extintor, había un hacha de emergencia por incendio. Se acercó a esta, rompiendo el cristal de su caja con ayuda de la mochila, la cogió con las dos manos y se quedó observándola. En su mente solo podía ver al hombre de sus sueños. Con su máscara ensangrentada, su hacha y su anorak negro.

Alan intentó evitar verle en su mente, pensando en otras cosas que le agradaban. Pensaba en Clarice. En sus preciosos ojos azules, su pelo moreno, largo y sedoso. Su maravillosa sonrisa y su increíble cuerpo. Los veranos junto a ella en un camping de la playa. Los tranquilos días en el lago. Sus borracheras de fiesta.

Pronto las visiones cesaron. Se sintió aliviado y, movido por la fuerza que le daba pensar en ella, retomó su carrera hacia la puerta principal.

El chico ya podía ver la salida, pero antes de que pudiera llegar a tocar el pomo, la mujer bestializada le asaltó por la derecha, haciéndole una cicatriz terrible en el moflete derecho y la zona del bajo vientre. La tenía encima de él, intentando llegar a su cara. Como un acto-reflejo, Alan, se la quitó de encima, cogió el hacha y le cortó la cabeza en dos, haciendo que el cuerpo ya inerte de lo que un día fue su profesora de química, se desplomara en el suelo dejando salir del profundo corte en la cabeza, un río de sangre con trozos de su muerto cerebro.

El chico observó el cadáver durante unos instantes sintiendo pena. Pero inmediatamente, se incorporó y salió del edificio.

Afuera no podía ver absolutamente nada. No había viento. No había ruido. No había nada. Solo silencio, y la espesa y misteriosa niebla.

Con el corazón a doscientos por hora, empezó a caminar por la vacía calle, absorbida por el blanco. Andaba despacio, con el hacha en la mano derecha. Intentando diferenciar los objetos que había a su alrededor. Podía apreciar algunos coches aparcados. El pavimento bajo sus pies y una o dos farolas. Se sentía como si estuviera caminando en el limbo. Sentía miedo, mucho miedo, ya que no podía ver nada ni oír nada. Es como si las personas, los pájaros, todo, hubiera sido desintegrado en la nada dejando solo la lúgubre niebla.

Alan no podía dejar que el miedo le dominara, debía encontrar a su novia y a John, no permitiría que nada ni nadie se lo impidiera. Con decisión, caminó más rápido por la densa niebla. Lo que él no podía saber, es si era el único ser cuerdo que había dentro de la blanca pared gaseosa.

Razón: Poder difundir una de mis novelas que escribo en Wattpad y llegue a más personas.
Temática: Alan despierta en la biblioteca de su universidad cuando una tenebrosa niebla, cubre por completo la ciudad. Alan intentará encontrar a su novia y a su mejor amigo mientras sobrevive a los peligros de la lúgubre bruma.
Alumnos: Gonzalo Turiel Álvarez.
Curso: 2020-2021.
Asignatura: Literatura y Medios de Comunicación.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here