Las dos únicas certezas sobre el volcán de Cumbre Vieja

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El poder devastador de la Pachamama es ilimitado y los habitantes de la isla bonita han visto frustrados sus sueños y su forma de vida.

Los científicos aseguran que no se puede saber cuándo se apagará.

La naturaleza ha demostrado su inmenso poder devastador. Las viviendas, las fábricas, los invernaderos y las plantaciones de plátanos están sucumbiendo ante la fuerza destructora de la lava. Las imágenes a las que ya nos hemos acostumbrado a ver al inicio de cada telediario, no solo ponen de manifiesto que el magma que se encuentra bajo la corteza terrestre y viene a ser un inmenso conjunto de rocas en plena fundición y asciende hacia la superficie, si no que sube hacia nuestro entorno vital. Esas ahora cotidianas imágenes nos recuerdan que el interior de la tierra está dominado por fuerzas de una infinita magnitud y de un asfixiante calor que consigue fundir las rocas situadas a kilómetros de profundidad. La respuesta humana ante esta violencia de la Pachamama revela que el poder que tiene la especie humana se reduce a la posibilidad de cambiar el nombre de aquello que aflora a la superficie a través del volcán, el magma, y que terminamos denominando lava. Así, asistimos a una clara demostración del poder de una de las más intensas fuerzas de la naturaleza y, quizás, a la fuerza primigenia que jugó un papel definitivo para la creación de nuestro planeta y a la que, además, tenemos que estar agradecidos por permitir que las leyes de la gravedad imperen en la superficie de nuestro planeta y a su vez consientan la culminación de determinados procesos vitales como es el caso de la circulación sanguínea o la digestión de alimentos. Todos los que cursamos la E.G.B. recordamos con cierta nostalgia aquella clase de ciencias naturales en la que se nos explicaba el probable origen de la tierra. Existían diversas y fascinantes teorías sobre la formación de los planetas que apuntaban explosiones estelares y a sucesivas colisiones de cuerpos celestes y cometas pero todas ellas terminaban en la formación de una irregular y prominente esfera de ferroníquel que se tomó forma hace unos 4.700 millones de años dotada de una pesada masa que precisamente, gracias a la fuerza de la gravedad, atraía a otros materiales menos densos que se propagaron por el espacio como consecuencia de muchas fantásticas explosiones y colisiones. Así, poco a poco y con mucha paciencia, los materiales se fueron acoplando entre sí dando lugar a aquellas capas que pasen los años que pasen, todo estudiante de la básica puede recitar de memoria: el núcleo interno, el núcleo externo, el manto, el manto exterior y la corteza terrestre.

Pues bien, cuanto más nos acercásemos al centro de la tierra, la temperatura ascendería y ascendería. Así nos iríamos topando con una mayor proporción de esas rocas fundidas que precisamente por encontrarse bajo la superficie de la tierra, reciben el nombre de magma. Una vez expuesto lo anterior, podemos concluir que el motor de nuestro planeta se basa en un caos y en un calor del que solo somos conscientes cuando el magma ¡Perdón! La lava, asoma a la superficie a través de esa montaña tan propia de los cuentos infantiles y los dibujos animados que conocemos por el nombre de volcán y cuya erupción no resulta tan repentina como la literatura infantil y la industria audiovisual han pretendido hacernos creer. Antes de que la lava y otros compuestos sean expulsados por un volcán se producen cientos o miles de movimientos sísmicos a los que la comunidad científica denomina enjambres sísmicos[1] que preparan el camino para que el magma se mueva de manera violenta y termine por ascender a nuestro entorno vital. Se trata de una prueba más de que nuestro planeta está vivo y que al ser humano no le queda más remedio que resignarse a la dominante fuerza de la naturaleza. El impacto del volcán de Cumbre Vieja sobre la vida y los moradores de la isla bonita ha resultado devastador[2].

Que el hombre tiene perdida la batalla contra esta fuerza devastadora de la naturaleza se evidencia con el descomunal impacto que los menores deshechos del volcán, sus cenizas, tienen sobre cualquier ser vivo de la isla pero quizás en este momento hayamos ya tomado conciencia de que la Tierra no solo está viva porque orbite alrededor del sol o porque gire sobre su propio eje, la esencia de la Pachamama se reduce a un núcleo de ese ferroníquel que jugó un papel determinante para que la fuerza de la gravedad crease unas condiciones primigenias que, combinadas con elementos como el oxígeno, el nitrógeno y el hidrógeno, la vida pudiera evolucionar hasta el punto actual. Sin embargo, el ferroníquel del núcleo terrestre sigue vivo y de vez en cuando demuestra su calor y su violencia a través de esos movimientos sísmicos que provocan las erupciones volcánicas, con toda la destrucción que conllevan.

Por tanto, queda claro que el ser humano no puede combatir los catastróficos efectos de la lava. Pensamos y estamos convencidos de que nuestra especie es omnipotente pero la realidad es que estamos irremediablemente sometidos a las fuerzas de la naturaleza del mismo modo que un transatlántico queda sometido al oleaje de una mar enorme o de una mar arbolada. No solo somos pequeños cuando comparamos nuestro planeta con nuestro sistema solar o con la inmensidad de la vía láctea o con un universo que o bien consideramos infinito o que en el mejor de los casos definimos como enormemente enorme. También somos pequeños y frágiles cuando tomamos conciencia de que debajo del suelo que pisamos pueden aflorar unas fuerzas capaces de devastar cualquier construcción humana y que terminan por quebrar todo medio de vida sin piedad alguna ya sea a través de propia lava o de la emisión de gases tóxicos.

TIPOS DE ERUPCIONES VOLCÁNICAS

 

Hawaianas: se caracterizan por la ausencia de gases y explosiones, por el contrario, la lava avanza a una gran velocidad.

Estrombolianas: producen explosiones sucesivas que producen una lava viscosa y poco fluida.

Vulcanianas: implican explosiones tan considerables que pueden llegar a destruir el propio volcán en el que se desarrollan y producen una lava muy viscosa y altas emisiones de gases.

Peleanas: La viscosidad de la lava produce un taponamiento del cráter de tal modo que la presión ejercida por los gases provoca la apertura de grietas laterales e incluso puede llegar a la expulsión violenta de dicho tapón.

Islándicas: El material magmático y los gases se expulsan desde fisuras que se abren en el suelo y no desde el cráter del volcán.

Fuente: https://www.ecologiaverde.com/tipos-de-volcanes-3584.html

 

Indudablemente, el poder de los volcanes es inmenso. Las erupciones volcánicas no solo producen daños materiales sobre todo aquello que se encuentra al alcance de las coladas de lava, sino que además provocan bajadas térmicas debido al efecto que se produce cuando el dióxido de azufre emanado se combina con el vapor de agua que se encuentra en suspensión en la estratosfera. Uno de casos más impactantes fue el volcán de Toma, en Sumatra que llegó a producir una bajada de la temperatura entre tres y cinco grados centígrados en el hemisferio norte, llegando a reducir hasta en diez grados la temperatura de los polos durante dos o tres años tal y como indica Flores (2012). Además, debemos considerar el impacto de estos “inviernos volcánicos” sobre cualquier forma de vida terrestre. En este sentido, ya apuntaba, en 2010, los devastadores efectos de la denominada como supererupción Ignimbrita campaniana producida hace unos cuarenta mil años en la península itálica que produjo tiempos de oscuridad: “El cambio climático ocasionó la muerte masiva de los homínidos y animales de presa y la alteración severa de las zonas de alimentación.”

A lo largo de estos días nos hemos enterado de que existen erupciones volcánicas de tipo hawaiano, estromboliano, vulcaniano, peleano o islándico. ¡Qué más da de que tipo se a la erupción! ¡Cualquier erupción conlleva desgracias! Así, hemos tomado plena conciencia sobre dos cosas: la incapacidad humana para hacer frente al poder de un volcán y que los expertos son incapaces de efectuar una estimación razonable de la duración de esta agonía para, en este caso, los moradores de La Palma.

Las cifras del cataclismo tras dos meses de angustia:

Los daños materiales cifrados hasta el momento alcanzan los 906 millones de euros y todavía falta no se han computado los causados a las infraestructuras eléctricas.

1024 hectáreas afectadas.

2.618 edificaciones destruidas o dañadas.

Fuente: Radio Televisión de Canarias

 

Se ha producido un enjambre sísmico. La tierra se tambalea y se requebraja por dentro y el calor del interior de la tierra aflora proyectando rocas fundidas, lapilli, cenizas y gases tóxicos provocando que la vida y todo lo construido por el hombre se convierten en imposible en ese lugar. El volcán ha conseguido destrozar y sepultar uno de los bienes más protegidos por nuestro ordenamiento jurídico: nuestra morada. Miles de personas han tenido que salir de su casa con lo puesto y afortunados se pueden considerar aquellos que apenas tuvieron cinco minutos para recoger algunos enseres y recuerdos antes de despedirse de una vivienda que hasta entonces se consideraba como inviolable. ¿A dónde van a ir estas personas ahora? ¿Cuándo aparecerá el muchas veces denostado papa-estado para proporcionar una vivienda y un modo de vida para todos aquellos cuya vivienda ha quedado sepultada por la lava? Estas personas han vivido una catástrofe especialmente cruel y muy dolorosa. Un terremoto de alta intensidad puede ser más generoso que la lava porque, aunque cause devastación y destrucción, no dura días ni semanas ni meses. Se han cumplido ya dos meses desde la erupción inicial y como ya hemos dicho, los expertos no tienen medios para realizar una estimación razonable sobre la fecha en que el fuego del subsuelo termine de ascender por el volcán. La comparación con un terremoto de alta intensidad todavía es más sangrante si pensamos que ante un sismo es posible, no sin altas dosis de esfuerzo y sacrificio, reconstruir la zona afectada. Sin embargo, son muchos los años que tienen que pasar para poder reconstruir algo sobre la lava seca. No solo han perdido sus propiedades, sino que, además, han perdido la posibilidad de reconstruir todo aquello que ha quedado sepultado debajo de la lava. Decíamos que los habitantes de la Palma han visto frustrados sus sueños y su medio de vida y así, es. Han perdido su casa, su explotación o su negocio y parece que será para siempre o al menos por muchos años. En el mejor de los casos serán las  generaciones venideras las que puedan situar una vivienda sobre esta lava que todavía está caliente y no se ha solidificado. Siendo realistas, la tarea se antoja muy complicada. Ha desaparecido todo. Y todo es todo. Cuando la lava se enfríe y solidifique no habrá referencia alguna para reconstruir un pueblo sobre el mismo lugar en el que se encontraba e incluso, para que se puedan reconstruir las viviendas en el mismo lugar en el que estaban antes. ¡Ni siquiera han quedado en pie los mojones ni cualquier otra referencia para determinar los linderos!

Algunos testimonios sobre el drama de La Palma
Primitivo, 19 de septiembre “Hemos tenido que abandonar nuestras casas, es un drama”

“No sabemos por dónde discurrirá la lava que, desde que comenzó la erupción, sale por diferentes bocas”

José, 19 de septiembre “Los temblores no solo los sentíamos, también los oíamos, y de repente oímos unas explosiones y vimos una columna de humo”
Inés, 20 de septiembre “Mi vivienda todavía está en pie, la veo desde aquí, pero parte del barrio ya se ha ido”
Remedios, 23 de septiembre “He pasado de tener una buena casa en la que residía con mis tres hijos menores y mi madre, y me he quedado sin nada”
Ana, 29 de octubre “Te deja vacío”

“No encontraba ni la puerta de la cocina para entrar a coger las llaves de los coches”

Ayoze, 7 de noviembre “Desayunas con esas fotos y al ver que la colada se ha parado dices ‘un día más que te escapas’. Imagínate el estado anímico”.
María Victoria, 7 de noviembre “Recuerdo a una señora que se sentó en una silla y dijo “que me lleve a mí que no quiero ver mi casa consumida”

 

Resultará muy complicado o más bien, imposible, replicar en el futuro todo aquello que ha quedado bajo la lava. Quizás la única solución sea encomendarnos a la precisión de Google Earth para emplear sus imágenes de la isla tomadas desde satélites para reubicar los linderos de cada inmueble y para situar los caminos.

Aunque la reconstrucción inmediata es una quimera, no han faltado proyectos o mejor dicho, ilusiones, que reivindican una rápida solución para los vecinos de la isla. Una de las voces más autorizadas y también optimistas en este sentido, ha sido la de José Henry Garritano, un arquitecto italiano residente en La Palma quien, en varias cadenas de televisión, ha defendido que “Hay ejemplos en Canarias de que una vez enfriada la lava es posible repoblar. Tenemos el ejemplo de Garachico (Tenerife) y también del pueblo de Masca” (Antena 3, 2021).. Si bien resulta de agradecer la dosis de ilusión y el optimismo que, seguro este proyecto, habrá transmitido al resto de vecinos, no es menos cierto que para conseguir una reconstrucción será necesario esperar años y años a que la lava se haya enfriado y mientras tanto, durante cientos y cientos de días, habrán sido muchos los que sigan maldiciendo al volcán de Cumbre Vieja por haberles robado sus posesiones y su futuro. Porque este cataclismo comenzó hace ya dos meses y solo ha comenzado. Todavía no ha terminado. Muchos han tenido que salir de su vivienda con lo puesto y otros muchos que afortunadamente pueden seguir en su vivienda, escuchan día tras día el estruendo de las explosiones y siguen sufriendo los terremotos. Parece como si, además de causar devastación y destrucción, la naturaleza se empeñe en recordarnos minuto a minuto su inmenso poder. ¿Quién puede vivir con esa incertidumbre que se hace perpetua porque el estruendo y los temblores no cesan? Los testimonios que nos llegan de los vecinos que todavía pueden vivir cerca del volcán son desesperantes: “Dos meses después el deseo de muchos vecinos es unánime: que el volcán «se apague»” (Radio Televisión de Canarias, 2021). Fuera de ese sueño de que termine todo, los mejores días que pueden disfrutar los palmeros son aquellos en que es posible alejarse por un tiempo del volcán o aquellos en los que se les permite salir a la calle porque no existe riesgo para la salud por emanaciones tóxicas. Los testimonios que hemos podido recoger de diversos vecinos resultan estremecedores. Algunos expresan el sufrimiento que padecen por haber tenido que dejar atrás su casa y su vida. Otros vecinos relatan la incertidumbre en la que viven esperando a que el volcán decida que ha llegado el momento de sepultar su barrio. Quizás el testimonio que mejor resume la situación de todos los afectados por el volcán es el de Ana: “Te deja vacío” porque no solo han perdido su vivienda, han perdido su pasado Allá donde se marchen siempre recordarán que habitan en un lugar diferente porque el volcán se encendió un día y quizás por fin, algún día decida apagarse. Desde luego, la primera certeza que podemos enunciar sobre el volcán es que el poder de la naturaleza es ilimitado. La condición humana hace que solo tomemos conciencia de ese poder de la naturaleza y de nuestra vulnerabilidad cuando sufrimos una catástrofe de esta magnitud.

Además, el volcán ha puesto de manifiesto una segunda certeza. El desarrollo tecnológico alcanzado por el ser humano ha permitido una excelente mejora en las condiciones de vida. Es criticable y lamentable que no toda la especie humana pueda disfrutar de los progresos tecnológicos pero en este momento, nos centramos en el nivel que hemos alcanzado. Somos capaces de enviar artefactos y sondas a otros planetas del espacio. Dominamos los misterios y secretos de los poderosos átomos radioactivos. Somos capaces de trasplantar el corazón de una persona fallecida a otra que lo necesita. Podemos predecir, con gran precisión, la climatología de las siguientes semanas. No necesitamos estar en la oficina para trabajar porque hemos conseguido construir una sociedad interconectada, eso sí, dependiente de las máquinas. Podemos engendrar la vida humana a través de un laboratorio. Somos capaces de clonar o mejorar especies animales ¡Y quién sabe qué mas somos capaces de hacer! Sin embargo, a raíz del triste suceso que estamos comentando, ha quedado patente que no somos capaces de entender y por tanto, de prever, cuál será el comportamiento del volcán de Cumbre Vieja y por supuesto, no disponemos de medios ni de conocimientos para determinar o al menos estimar de una manera razonable, cuándo se apagará el volcán. Es cierto que los expertos algo se barruntaban. A los dos días de la erupción del volcán, el periodista Salas (2021) sacaba a la palestra un informe elaborado a principios de año en el que un equipo de expertos de instituciones científicas españolas e internacionales avisaban de lo que finalmente ha llegado. La pista fundamental nos lleva hasta 2017 cuando “se produjo un enjambre sísmico de 122 pequeños miniterremotos, la primera señal desde que el Teneguía se apagó en 1971”. En 2018 los enjambres se fueron repitiendo y el caos vivido en el interior de la tierra se iba acelerando llevando a estos expertos a concluir, ya a principios de año, que el riesgo era inminente, y así fue. No obstante, aquel informe apenas trascendió y desde luego, los españoles no fuimos conscientes de tal peligro. Otra cuestión es cómo habría reaccionado la sociedad frente a una noticia apocalíptica como esta. Desde luego, podemos encontrar una aproximación razonable a esa reacción en la reciente respuesta de la sociedad frente a la alarma que hemos conocido este mes con relación al gran apagón: los precavidos han sido tachados de alarmistas y el mensaje que nos llega desde las instituciones ya no solo nacionales, sino supranacionales es el de total tranquilidad prometiendo que en España la luz no se apagará.

Entonces, sí, hemos sido capaces de predecir aquello que iba a ocurrir, aunque no hayamos sido capaces de pararlo. Sin embargo, no disponemos de medios ni del conocimiento para determinar cuándo cesará esta pesadilla. Disponemos de drones para vigilar el cráter del volcán mediante cámaras de vídeo de última generación pero eso solo nos sirve para saber qué está haciendo el volcán pero para nada más. De hecho, la primera estimación sobre la duración del volcán abarcaba una horquilla inverosímil: de 24 a 84 días. Su holgura se debía a que solo se pudo determinar a partir de la duración real de las erupciones anteriores. Solo se pudo estimar de esa manera ya que el hombre no dispone de la técnica necesaria para conocer qué está sucediendo allí abajo. Podemos viajar a la Luna y dentro de poco, a Marte pero no somos capaces de saber qué está ocurriendo a unos cientos de kilómetros debajo de nuestros pies. De hecho, los científicos confiesan estar despistados, desde el primer momento, por la evolución del volcán. Paniagua (2021) indica que “Dos meses después de la explosión del volcán, nadie se atreve a vaticinar su final, porque tan pronto pierde fuerza como la recobra.”

Por tanto, sólo existen dos certezas: la infinita fuerza de la naturaleza y una especie humana que sigue y seguirá sometida a la a la Pachamama por muy capaz que sea de enviar astronautas a la Luna ya que, ni siquiera es capaz de entender cuánto tiempo durará el enfado del centro de la Tierra.

En cualquier caso y aunque resulte difícil, es necesario apelar al optimismo y sobre todo, a la solidaridad con las gentes que han sufrido y seguirán sufriendo esta tragedia, la solución que los afectados se merecen es tan urgente como evidente: ayudas inmediatas y excepcionales, sin escatimar recursos. En pocas ocasiones el consenso de los españoles es tan amplio como en este caso.

Las administraciones deben amparar a quienes han perdido su vivienda o su medio de vida. No se trata de prometer que el sur de la isla volverá a ser como antes. Tampoco se trata de prometer infraestructuras ni de hablar de una futura sostenibilidad energética de la isla gracias a proyectos de producción geotérmica de la electricidad. Todo ello ya vendrá después. Ahora es el momento de acoger a quienes se han quedado sin lo más básico y de proporcionarles un cheque mensual que les permita cubrir sus necesidades. Esa es la mejor manera de satisfacer la reivindicación que los palmeros dejaron patente cuando sus Majestades los Reyes de España acudieron a la isla para interesarse por los afectados por la tragedia ¡Tuvisteis solo cinco minutos para recoger vuestras pertenencias y salisteis de casa con lo puesto! ¡No os podemos olvidar y os tenemos que ayudar inmediatamente!

 

[1] En los cinco últimos años se han reportado once enjambres sísmicos en la zona.

[2] Las culturas andinas y especialmente la mitología inca consideraban a la madre naturaleza una deidad y se referían a ella empleando el término Pachamama.

 

 

Razón: El artículo ha sido propuesto para su subida al blog al tratarse de una refrescante Rara avis en el contexto de los 70 trabajos corregidos por el profesor Alberto Pérez Sanz. Su lenguaje refrescante y dinámico destaca en el conjunto de tediosos trabajos basados, principalmente, en la metodología del cortapegado. En este caso, el discurso es original y ágil. Parece entender la idea e importancia de agradar al lector al superar la barrera de las 10 páginas con su estilo narrativo y la aportación de una perspectiva original.
Temática: Ensayo de carácter periodístico sobre la erupción en la Isla de la Palma del volcán de Cumbre Vieja.
Alumnos: Antonio Molinero Sabater.
Curso: 2021-2022.
Asignatura: Tecnología de la información y la comunicación (semipresencial).

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