Una aproximación teórica a la posición geopolítica de India

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Introducción

A pesar de la privilegiada posición geográfica en la que se encuentra India -próxima al epicentro de la geopolítica mundial- tanto en la dimensión terrestre como en la marítima -en este último ámbito convendrá tener muy en cuenta la cadena de islas que posee en su costa oriental: Andamán y Nicobar (cierre potencial del Estrecho de Malaca)-, para determinar el lugar que ocupa en el tablero geopolítico mundial, se hará necesario analizar su proyección potencial, teniendo en cuenta su histórica fijación terrestre y su escasa voluntad de poder reflejada a través de una política exterior poco ambiciosa. A esto último, cabe sumarle los problemas endémicos que arrastra India incluso antes de su independencia en el año 1947 (diversidad y gigantismo geográfico, ingente crecimiento demográfico, pobreza y desigualdad, diversidad étnica y religiosa, débil cohesión interna, inhóspita posición geoestratégica…). En esta línea, se intentará vislumbrar hasta qué punto su espectacular crecimiento económico y su potencia demográfica bastan en sí mismas para convertir a India en una potencia.

Una aproximación a la posición geopolítica de India

India aún alberga los destellos de una gran civilización pasada y las reminiscencias del dominio colonial británico bajo el que se encontraba desde el siglo XIX. Una tierra que atesora pedazos de historia en forma de una gran diversidad cultural que tiñe su identidad. Por eso, para realizar una aproximación a India y comprender su posición, tanto a nivel regional como internacional, resulta fundamental realizar un recorrido por su cultura e identidad.

Tras la rebelión impulsada por Mahatma Gandhi, India alcanza su independencia, poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, en el año 1947; en ese mismo año se produce la escisión de una mayoría musulmana al noroeste, dando lugar a un nuevo Estado: Pakistán. Este hecho dejó más de un millón de víctimas y se trata de uno de los mayores desplazamientos humanos forzados de la historia -14 millones de desplazados en un mes-. Después se produciría el surgimiento de una Cachemira dividida y el conflicto entre India y Pakistán; además de la resistencia hacia la unidad de varios Estados y amenazas de secesionismo relacionadas con el lenguaje como negocio inacabado del colonialismo. Más tarde, en 1971, se producirá otra escisión que daría lugar a Bangladesh.

Tras su independencia, India aprueba su Constitución en el año 1950 y se establece como República Federal Parlamentaria que se configura en 29 Estados y siete Territorios de la Unión (Figura 1).

Figura 1. Mapa político de India, Fuente: https://mapamundi.online/

Desde su configuración como Estado, a nivel político es posible encontrar dos partidos dominantes, que se basan en la lectura de la identidad estatal desde su independencia: el Congreso Nacional Indio -también conocido como el Partido del Congreso-, de izquierda moderada; y el BJP (Bharatiya Janata Party), nacionalistas de centroderecha.

Ambos partidos representan el prestigio y el orgullo nacionales, que se encuentran entrelazados con una construcción limitada de identidad y cultura como principios de dos interpretaciones que se corresponden con cada partido: el nacionalismo secular, asociado al Partido del Congreso; y el etnonacionalismo del hinduismo, relacionado con el BJP. Además, la comprensión e internalización de los valores inherente a la cultura india se encuentran incluidos en el discurso político de ambas partes y se promueven en el contexto interno, regional y global. Estos valores reflejan las huellas de la historia y de la dominación extranjera.

En cuanto a sus diferencias, algunos analistas subrayan que el Partido del Congreso se basa en un nacionalismo secular y cívico, caracterizado por la identidad territorial en función de parámetros como la geografía o la cultura y que defiende la no violencia y la no alineación. Por su lado, el BJP representa un nacionalismo étnico del que deriva una construcción político-cultural orgánica, basada en la ascendencia étnica y la tradición centrada en las comunidades culturales y sus historias, colocando la geografía y la religión como principales denominadores del nacionalismo. El BJP promueve los valores hindúes, lo que se conoce como Hindutva.

Esta configuración de su política interior ha tenido su influencia en la evolución de la política exterior de India. En contraste con la conflictividad que rodeó su independencia y el nacimiento de India como nación, es posible encontrar una actitud internacional que enfrentó estas realidades y sentó las bases de la reflexión sobre el estado de la política exterior, a partir del año 1990.

La evolución de la política exterior de India

Se considera que esta política exterior ha atravesado cuatro fases: de Nehru a Gandhi, a la doctrina Gujral y, por último, hacia un enfoque más pragmático[i].

En la primera fase, Nehru se basó en el idealismo y en la no violencia para promover una visión moral de cooperación y paz mundial, estableciendo las bases del nacionalismo cívico, basado en la tolerancia, la concesión de derechos a minorías y el laicismo constitucional. Es sintomático, en este período, el protagonismo de su gobierno en el impulso del movimiento de los países no alineados, surgido tras la Conferencia de Bandung, de 1955.

La segunda fase se inicia con el conflicto fronterizo entre China e India en el año 1962. En esta fase, la líder del Partido del Congreso, Indira Gandhi, desarrolla una visión más realista basada en las oberturas religiosas y en la política étnica como fuente de fortaleza; un hecho que empuja a India a participar en conflictos de carácter étnico en el interior y en el exterior de sus fronteras. También se produce una alianza con la URSS -produciéndose un cambio en la política de no alineación- y surgen nuevos partidos regionales y movimientos secesionistas en Cachemira, Assam y Punjab. En esta fase también destaca la desastrosa intervención militar en Sri Lanka[1], con fuertes efectos de contagio en el estado de Tamil Nadu. Esta mezcla de religión, política y étnica se alza como el germen del nacimiento de la Hindutva –base ideológica que, como ya se ha indicado, tomaría el BJP-.

La doctrina Gujral -recibe su nombre de quien fuera el ministro de asuntos exteriores primero, y del primer ministro de India después- marca el inicio de la tercera fase. Este período coincide con el de crisis de la URSS y se extiende hasta bien entrada la primera década del s. XXI. Es decir, coincide con la crisis de Rusia. Lo cual sugiere una influencia del sistema internacional, como posible variable explicativa del comportamiento del Estado. No en vano, India rebaja el énfasis de sus relaciones con Moscú, regresando a un escenario de neutralidad y no alineamiento. Asimismo, trata de mejorar las relaciones con sus vecinos, ya que la doctrina Gurjal se basa en el principio de adaptación no recíproca por el que India debía ofrecer más de lo que recibía en su relación con sus vecinos más pequeños.

Esta doctrina se basaba en cinco puntos: no reciprocidad, buena fe y confianza con los vecinos; ningún país del Sur de Asia debía permitir que su territorio fuese utilizado contra los intereses de otro país de la región; ningún país de la región debía interferir en los asuntos internos de otro; todos los países del sur de Asia debían respetar la integridad territorial y soberanía de los demás; y se debía alcanzar una resolución de las disputas mediante negociaciones bilaterales pacíficas. Todo esto, ponía de manifiesto el cambio hacia un poder blando, tras los fracasos de la utilización del poder duro por parte de India en los años 70 y 80. En esta fase, también se produjo un cambio en la relación entre India y China, cuando India mejoró sus relaciones con su gran vecina -lo que sugiere una estrategia de bandwagoning-.

Por último, la cuarta fase, se corresponde con un enfoque más pragmático, en el que se produjo un giro en la política exterior india tras el fin de la Guerra Fría y la caída de la URSS. El apoyo de India al movimiento de países no alineados se intercambió -no se sustituyó- por una postura más flexible, pragmática y segura de sí misma. Esta postura fluctuante se alzó como un reflejo de su deseo de reivindicar su papel en el contexto del sistema internacional y se acompañó de una expansión de sus capacidades militares, económicas y tecnológicas que le hicieron colocarse a la vanguardia de la carrera armamentística en Asia, convirtiéndose en una potencia nuclear avanzada[2], contando entre sus filas con más de un millón de efectivos y siendo el país que más armas compraba en el continente.

En la actualidad, dos son los enfoques que compiten en el ámbito de la política exterior: el post-Nehru, que da prioridad al papel de la ONU -y que se muestra muy crítico con EE. UU.-; y el anhelo del ascenso de India en el sistema mundial, que se centra en las relaciones triangulares Delhi-Washington-Pekín. Por lo demás, India, históricamente se ha mostrado reticente a la aplicación del derecho internacional por considerarlo como un vehículo de dominación occidental.

Estos enfoques convergen en la preservación de la autonomía estratégica de India, entendiendo esta como una matriz político-cultural, basada en la no violencia de Gandhi contra el colonialismo británico; de tal manera que, la filosofía de Gandhi se mezcla con la religión y la política y se traduce en una no-alineación como un concepto casi espiritual y sagrado.

Poder potencial vs. Poder real: ¿llegará India a alzarse como una gran potencia?

Mearsheimer distingue el poder potencial del real. El primero alude a la demografía y a la economía, mientras que el segundo alude a las capacidades militares. De acuerdo con este autor, para hacerse una idea fehaciente de las posibilidades de que un Estado se convierta en una gran potencia, o en un hegemón regional, no basta con atender al poder militar, sino que es conveniente tener en cuenta sus premisas, que operan a modo de cimientos del aparato militar.

Por lo tanto, de acuerdo con este marco teórico, es necesario analizar, en primera instancia, tanto los puntos fuertes, como los débiles, de la demografía y la economía de la India. En esta primera aproximación no vamos a entrar en detalles. Pero es preciso asumir unos mínimos.

En cuanto a la demografía, India compite con China por ser el Estado más poblado del mundo. Con la salvedad de que, geográficamente hablando, India es más pequeño[3], con lo cual tiene una mayor densidad de población.

En el marco de la reflexión sobre el poder de India conviene recordar sus restricciones de carácter interno y externo. El país asiático posee una serie de debilidades internas derivadas de la herencia colonial y sus posteriores fronteras arbitrarias; esto ha desembocado en su incursión en varios conflictos territoriales con algunos de sus vecinos. Además, su ingente diversidad entre etnias religiosas y culturales pone en peligro su cohesión social. En este sentido, también se habla de un fracaso del aparato estatal por su violencia y su falta de imparcialidad, así como su incapacidad para dar solución a algunos problemas que arrastra tradicionalmente India, como la cuestión de la redistribución.

Por consiguiente, en un análisis demográfico, los números no lo son todo. La heterogeneidad interna puede ser sinónima de fragilidad. Ahí se hablan 15 lenguas y 1.600 dialectos. Así, por ejemplo, a principios de siglo, apenas un 40% de la población hablaba hindi[ii]. Por otro lado, aunque el 80 % de su población es hindú, el subcontinente es habitado por un 12-14 % de musulmanes[iii] y la tendencia, a lo largo de los últimos 30 años, lo es a un ligero descenso de los primeros y un ascenso proporcional de los segundos. Actualmente, los musulmanes indios son cerca de 150 millones de personas, entre los cuales destacan, por sus reivindicaciones, los punjabis (etnia dominante en Pakistán). Si bien se mantiene latente la amenaza yihadista. Asimismo, existen otras minorías descontentas con las políticas de Nueva Delhi (pensemos en los 60 millones de tamiles que residen en la India). Todo lo cual convierte a la India en un polvorín en potencia, condicionando su rol como gran potencia.

En cuanto a la economía, India ha seguido su propia vía hacia el desarrollo, desafiando la ortodoxia. Ha combinado planes quinquenales y estímulos capitalistas, estos últimos, sobre todo, a partir de mediados de los años 70 del siglo XX. Aunque ello también haya propiciado el mantenimiento de desajustes, raros en los Estados más avanzados. De hecho, la mayor parte de la población vive en el ámbito rural (72%), conviviendo con un sector agropecuario de mera subsistencia y bajos ingresos. Situación que llegó al límite a principios de los años 60, incluida una hambruna, y que se resolvió, en parte, desde finales de los años 60, mediante la introducción masiva de fertilizantes, insecticidas, métodos modernos de riego y tractores. Pero, como quiera que esos avances no pudieron ser implementados en todo el territorio, incrementaron las desigualdades de renta ya existentes.

Tampoco la educación, pese a sus avances, ha estado a la altura de las circunstancias. Bien entrado el siglo XXI, nos encontramos ante un Estado que contiene el 17% de la población mundial, pero que contiene a su vez el 40% de los analfabetos del mundo[iv]. La intersección de esos factores está en la base de la explicación de que cerca de la mitad de las familias indias vivan por debajo del umbral de la pobreza o bien justo en la frontera de ese umbral, mientras que su clase media todavía es débil.

Sin embargo, esto no ha sido óbice para que India tuviera un crecimiento económico sostenido de entre el 5% y el 8.5% desde principios de los años 90[v] debido a reformas que han potenciado las inversiones en el sector secundario, el apoyo a grandes terratenientes y varios programas de ayuda a la población más desfavorecida, que de ese modo ha mantenido (o alcanzado) cierta capacidad de consumo. Pero, sobre todo, debido a un impulso definitivo a las políticas de liberalización (incluyendo la privatización de facto de empresas públicas, dada la permisividad hacia la entrada de capital privado), tras la etapa de transición iniciada a mediados de los años 70, que incluyeron el fomento de una inversión extranjera que, hasta entonces, estaba bajo mínimos[vi].

¿Qué perspectivas depara el futuro? Mejores, de acuerdo con diversos síntomas. El primero de ellos, este nuevo pragmatismo económico, que rompe con la esclerosis burocrática propia vigente hasta hace 40 años. Algunas industrias tradicionales han sido potenciadas y exportan (por ejemplo, la farmacéutica). Pero también se constatan avances de las ingenierías, especialmente las vinculadas a la generación de software y de hardware que, además, ha contribuido a paliar los problemas de una balanza comercial[vii] que sigue siendo claramente deficitaria. También se han dado grandes avances en tecnologías punta, como telecomunicaciones o inteligencia artificial (drones). Mientras que su dependencia del crudo es enorme: India importa el 80% del crudo que necesita[viii]. Aunque eso se ha visto compensado, en parte, por la aparición de una incipiente industria nacional de refinado del petróleo, que aporta nuevas exportaciones.

Todo ello, unido al hecho de que ya se están comenzando a recoger los frutos del crecimiento acumulado en los últimos 25 años, está provocando una mejoría de su posición en los baremos de igualdad, como el índice GINI, en el que India está algo mejor que China y que los propios EEUU, llegando a estándares propios de Estados del sur de Europa[4].

En esta línea, la combinación de ese poder demográfico y este potencial económico, en franca expansión, permite pensar, incluso, en un milagro indio que no ande muy a la zaga al milagro chino, con lo que ello implica a la hora de estimular tanto la necesidad, como la realidad, del gasto en defensa.

Por otro lado, el poder real de India se basa, fundamentalmente, en su potencia nuclear y en la solidez de sus fuerzas armadas convencionales. En este sentido, la posición geográfica de India implica una mirada hacia la seguridad para el abastecimiento de fuentes de energía y materias primas y la potenciación de su vector naval por su ubicación en la península indostánica y su proximidad al Estrecho de Malaca. En este sentido, India ha sido capaz de superar su fijación terrestre[ix] y ha desarrollado el carácter naval de su programa nuclear, basado en la disuasión nuclear mínima creíble -se ha de tener en cuenta que India se adhiere al principio de “not-first-use”, por lo que, se ha visto obligada a desarrollar sistemas que garanticen su seguridad frente a un potencial ataque-. El desarrollo de su programa naval le ha llevado a poseer una de las marinas de guerra más poderosas del planeta, en concordancia con su capacidad económica, demográfica y su propia ubicación -rodeado por mar y con varios archipiélagos bajo su control, entre los que destacan Andamán y Nicobar, en su costa oriental, por presentarse ambos como un potencial cierre del Estrecho de Malaca-; constituyendo así el costado oriental del área de “penetración de la violencia” global que definía Brzezinski[x].

La capacidad de convertir la potencia económica y/o nuclear en un poder geopolítico significativo depende de las limitaciones geográficas y geoestratégicas a las que se enfrentan los Estados.

En este caso, India se encuentra limitada por sendos factores geoestratégicos como la posesión de armas nucleares por sus vecinos Pakistán y China, su alta dependencia de importaciones energéticas y de otros recursos, su débil base de manufacturación y tecnología, su alta dependencia en el marco de importación de armas de proveedores externos, su limitado -tanto cuantitativa como cualitativamente- arsenal nuclear -pese a sus intentos de desarrollo conjunto con Rusia e Israel- y la situación regional que subraya el ascenso de China, que, pese a su poder real, hacen que India no se encuentre en posición de erigirse como una gran potencia[xi].

Así, India se presenta como una potencia media, contenida en el Sur de Asia que, pese a su participación activa -que ha promovido el primer ministro Modi, durante los últimos años- en foros multilaterales como la OCS (Organización de Cooperación de Shangái), SAARC (Asociación Surasiática para la Cooperación Regional), BIMSTER (Bahía de Bengala para la Cooperación Técnica y Económica Multisectorial) o ASEAN y sus intentos de adhesión permanente en el CSNU (Consejo de Seguridad de Naciones Unidas) para reclamar una posición más contundente a nivel internacional; presenta serios problemas de conversión de potencia media a gran potencia por las limitaciones geoestratégicas ya mencionadas. No obstante, aunque la mayoría de los foros multilaterales recogidos anteriormente no resultan, en líneas generales, demasiado efectivos en materia de cooperación regional y resolución pacífica de disputas -por la influencia de las políticas regionales y las diversas desavenencias entre los vecinos, problemas en el marco de la cooperación que ya predijo el neoliberalismo-; la IORA (Asociación de la Cuenca del Océano Índico) sí está favoreciendo la cooperación entre los Estados ribereños y está dotando a India de una posición más sólida a nivel regional; de tal manera que, está allanando el camino para que India contrarreste la influencia china en la región[xii].

Conclusiones

Tras todo lo expuesto es posible determinar que el contexto geopolítico de India depende de las relaciones entre China, Rusia y Estados Unidos. En función de estas interacciones será posible plantear tres escenarios distintos de futuro en Asia: el primero de ellos se basa en el dominio de Estados Unidos, tras lograr equilibrar el ascenso de China en la región. En este caso, India apoyaría al país norteamericano –balancing frente a China-, aunque manteniendo la prudencia; pues en un supuesto conflicto, Estados Unidos no se encontraría en posición de proteger a India contra China. En este sentido, India continuaría preservando su relación con Rusia, basada en el interés en materia de adquisición de equipos de defensa.

El segundo escenario, respondería a un mantenimiento del statu quo y empujaría a India al realineamiento progresivo con Estados Unidos y la búsqueda de un cambio en materia de adquisiciones de defensa hacia fuentes occidentales, sin dejar por ello de tener lazos con Rusia y China, sobre todo a través de la OCS, manteniendo su autonomía estratégica en el contexto internacional.

Por último, un tercer escenario plantearía un ascenso de China, y el consiguiente descenso de Estados Unidos. En este caso, China supondría una mayor amenaza para la seguridad de sus vecinos -incluida India- y se produciría un fortalecimiento de la relación entre el gigante amarillo y Rusia. Ante esta situación, India tendría dos opciones: una alineación más fuerte con Estados Unidos o el intento de apaciguar a China mientras lucha por su equilibrio interno a través de la acumulación militar de carácter defensivo; aunque el precio que exigirían China y Pakistán sería muy alto.

El escenario más plausible es el que se ha planteado en primer lugar: un cambio gradual de India hacia Estados Unidos para frenar el avance chino –balancing– pero en un contexto de autonomía estratégica que implica la no-realineación completa. De ese modo, India continuaría con su crecimiento económico y ganaría más peso en este ámbito, pero no en el geopolítico, por sus problemas geoestratégicos que frenan su conversión a gran potencia.

No obstante, cualquiera de estos tres escenarios, implicaría el crecimiento económico y la estabilidad política interna de India. En este sentido, el país asiático debería aprovechar su desarrollo del smart power, basado en la combinación del poder blando para promover un modelo de democracia indo en la región -en un intento de ganar peso a nivel regional- y el desarrollo del poder duro con carácter defensivo/disuasorio. Esto refleja lo recogido por los postulados neoliberalistas cuando afirman que el hard power -poder militar y económico, poder real de India- resulta insuficiente para imponer un orden internacional determinado, por lo que se hace necesario desarrollar también el soft power -cooperación, alianzas…-; es decir, el smart power como combinación de los dos anteriores.

[1] Hay que tener en cuenta que esta isla contiene población hindú, aunque se trata de una minoría, en relación con la mayoría cingalesa, de religión budista (algo más del 70% de la población) y la también minoritaria población musulmana. Los tamiles, empleando medios violentos, tratan de conseguir un Estado propio en la zona habitada por ellos, al menos desde 1972. Mientras que la India trató de mediar, enviando tropas sobre el terreno, pero sufriendo más de 1.000 bajas. Además, una consecuencia indirecta de esa intervención fue el asesinato de Rajiv Gandhi, en 1991.

[2] De todos modos, hay que tener en cuenta que el propio Nehru, a pesar de su teórico pacifismo, aceptó el desarrollo de armas nucleares en India, siempre con fines defensivos. De hecho, la primera prueba nuclear data de 1974. Dicho lo cual, el celo indio por este tipo de armas ha ido creciendo, al amparo de su conflicto latente con Pakistán, sin descartar que el hecho de que China sea una potencia atómica constituya, en sí mismo, un buen estímulo para no cejar en esta política.

[3] China casi triplica la superficie india. En principio, la escasa demografía es una vulnerabilidad, dado que el territorio no ocupado por la población propia, puede serlo por migraciones externas, no siempre desinteresadas. Por lo tanto, desde ese punto de vista, India estaría en una buena situación.

[4] https://datos.bancomundial.org/indicador/SI.POV.GINI?end=2017&start=2017&view=bar

 

[i] Schmidt, J. D. (2017). The internal and external constraints on foreign policy in India: exploring culture and ethnic sensitivities. Third World Quarterly, 38(8), 1894–1908.

[ii] Kochanek, Stanley y Hardgrave, Robert (2008). India: Governmenta and Politics in a Developing Nation. Boston (MA): Thomson & Wadsworth.

[iii] Alcalde, Javier (2016). “El ascenso de India: de colonia al umbral de gran potencia”, Agenda Internacional, XXIII (34), pp. 9-48.

[iv] Kochanek, Stanley y Hardgrave, Robert, op. cit.

[v] Ibid.

[vi] Alcalde, Javier, op. cit.

[vii] Anand, Rahul; Kochhar, Kalpana y Mishra, Saurabh (2015). “Make in India: Which Exports can drive the Next Wave of Growth?” IMF Working Paper, 15/119.

[viii] Dalei, N.; Roy, H. y Gupta, A. (2017). “Crude oil import of India from its major oil trade partner countries: An empirical evidence using panel data análisis”, en International Journal of Advanced Research and Development, 2 (6), pp. 726-735.

[ix] Bhattacharya, S. (2019). India, ASEAN and Indo-Pacific geopolitics. Revista UNISCI, nº 49, 241-264.

[x] Baqués, J. (2016). El poder naval de la India: de las armas nucleares al refuerzo de la flota oceánica. Análisis GESI 3/2016.

[xi] Sridharan, E. (2017). Where is India headed? Possible future directions in Indian foreign policy. International Affairs, 93(1), 51–68.

[xii] Srimal, F., Megha G. y Sharon, J. (2018). El Océano Índico y su papel en el fortalecimiento de la seguridad de India. Documento marco IEEE 17/2018.

Razón: La ex alumna de la UEMC Andrea Arrieta escribe una columna sobre relaciones internacionales llamada “El atlas cifrado”. En la columna se analizan temas relativos a la interacción entre diversos elementos del sistema internacional y los juegos de poder a nivel mundial.
Temática: Estrategia, geoestrategia y geopolítica: caso India.
Antiguo alumno: Andrea Arrieta Ruiz.
Especialización: Grado en Periodismo en la UEMC. Máster en Paz, Seguridad y Defensa. Doctorando en Seguridad Internacional. Línea de investigación: Estrategia, geoestrategia y geopolítica.
Profesor responsable: Rosa María Arráez Betancort (Dpto. de Ciencias Sociales).

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