Como hemos empezado ya 2018, no se me ocurría un artículo mejor para inaugurar la sección, que uno sobre los propósitos de año nuevo. En este caso no me voy a centrar en los clásicos objetivos de perder peso o aprender un idioma, sino en uno aun más saludable y retador, que no es otro que la aceptación de uno mismo. Y, ¿por qué este propósito?, os preguntaréis, porque sinceramente creo que los beneficios emocionales que genera la aceptación de uno mismo son maravillosos, entre los que se encuentran el equilibrio, el bienestar y la serenidad.
Enseguida reconoceréis a las personas que se aceptan a sí mismas de forma incondicional, porque suelen ser risueñas, saben reírse de sí mismas, son capaces de mostrar su lado vulnerable a la gente de confianza, utilizan preferentemente un estilo asertivo de comunicación y no se muestran especialmente dolidas u ofendidas por cualquier comentario vertido sobre sus aparentes defectos.
Además, por si fuera poco, la aceptación es uno de los pasos previos para conseguir cualquier cambio personal que deseemos en nuestra vida, ya que la aceptación implica un trabajo previo de autoconocimiento y la asunción sin prejuicios de nuestra realidad interior, desde la cual podemos proyectar nuestros sueños a través de la óptica transparente de nuestro ser y conectar mejor con nuestra esencia para poder visualizar el itinerario vital que queramos recorrer. Por ello, es el preámbulo necesario para poder tener un enfoque proactivo en la vida que nos permita lograr y disfrutar de nuestros objetivos personales y es la base para llegar a aceptar cómo son los demás y aceptar por supuesto las cosas que nos pasan en el día a día.
La aceptación de uno mismo implica asumirnos de una forma integral, como un todo, aunando lo brillante y lo oscuro de nuestra personalidad. Para ello, deberemos reconocer nuestras virtudes y también nuestros defectos, pero sin caer en la resignación, ya que pondremos el foco sobre éstos últimos para analizar en qué medida podemos y queremos cambiarlos.
En muchas ocasiones, las personas no nos aceptamos tal y como somos y nos juzgamos severamente a través de las lentes de un yo idealizado, que ha sido construido de forma subrepticia a través de las diferentes comparaciones sesgadas de otras personas que tomamos como referencia, basadas con frecuencia en percepciones erróneas y descontextualizadas de nuestra circunstancia. Ese yo idealizado tiene un enfoque un tanto neurótico y nos dirige la vida en base a los debería o los tengo que, lo que nos tiraniza y desconecta de nosotros mismos, porque nos convertimos en siervos de nuestro propio reflejo deformado.
Esta no aceptación incondicional de nuestro ser supone una lucha interna terrible que desgasta cuerpo y mente y no nos permite disfrutar de nuestra vida, ya que nos genera una continua insatisfacción, pues reinterpretamos nuestra existencia bajo el prisma de ese yo desvirtuado que tiene desajustada la configuración de nuestros valores, actitudes, motivaciones e intereses. Además, esta convivencia diaria con este falso yo genera unas falsas creencias generalizadas sobre nosotros mismos que debilitan el valor intrínseco que tenemos como persona y hacen que nuestro brillo natural se vaya apagando.
Para volver a reconectarnos y calibrar nuestro yo desajustado, necesitamos un reseteo mental que exige un alto grado de introspección. En primer lugar, es interesante recuperar las actividades en las que nos sentíamos plenos y libres, que son aquellas en las cuales la vida adquiere para nosotros un sentido de placer y disfrute.
Otro ejercicio recomendable es recopilar todos los logros conseguidos en nuestra vida, recordando todo lo aprendido en las diferentes experiencias significativas que hemos vivido para poder tener una amplia perspectiva de lo que somos ahora y admirar el recorrido vital que hemos realizado.
Posteriormente, será conveniente reflexionar sobre nuestras creencias, especialmente las referidas a nosotros mismos, pues éstas muchas veces bloquean y limitan el desarrollo de nuestro potencial personal.
Por último, la actividad más complicada, quizás es determinar cuáles son los valores que rigen nuestra vida y revisar qué hacemos en el día a día para ser coherentes con ellos. Como esto no es nada sencillo, os recomiendo también realizar una actividad complementaria, que es identificar los contravalores que tenemos, es decir, todo aquello de lo que huimos y nos provoca rechazo y desprecio. Una vez escritos, honestamente os invito a pensar si las conductas que realizáis a diario se corresponden más con los valores o los contravalores. Esta reflexión arrojará mucha luz sobre las zonas sombrías que podáis tener e implica una toma de conciencia sobre vuestra realidad interna, que, aunque sea incómoda de asimilar, os hará alinearos con vuestras raíces y volver a ser lo que verdaderamente sois, unas personas maravillosas.
Razón: Samuel Ibáñez es orientador laboral en la UEMC, licenciado en psicología social y experto en coaching. La sección de Lecturas desnudas es un espacio abierto a la psicología humanista que pretende comprender mejor nuestros pensamientos, emociones y conductas para disfrutar de la vida.
Temática: La aceptación de uno mismo como uno de los procesos personales más importantes para disfrutar plenamente de la vida.
PAS: Samuel Ibáñez Rodríguez. Orientador laboral en el Centro de empleo y carrera profesional (CEMCAP) de la UEMC.
Especialización: Psicología y Coaching.