Introducción
China se presenta como el país más poblado del mundo y destaca, a su vez, por una fuerte homogeneidad cultural. Históricamente, se erigió como un gran imperio que, en el año 1949, pasó a convertirse en la República Popular China, de la mano de Mao Zendong. Desde una perspectiva histórica, gracias a su poderoso ejército y al aparato estatal construido en torno a líderes letrados, China experimentó una gran expansión. Además, en el siglo XVI, mientras otros imperios, como el español o el portugués, se centraban en la conquista territorial, China se focalizó en la gestión de su propia civilización. No obstante, el país asiático atravesó una etapa crítica durante el siglo XIX, tras la intervención en la región de potencias europeas, una intervención que desembocó, entre otras cosas, en la conocida como Guerra del Opio (1839) contra Reino Unido.[i] Pese a ello, China logró recuperarse hasta convertirse en uno de los países que más crecimiento ha experimentado en los últimos años; un hecho, que ha colocado al país asiático en posición de luchar por el poder a nivel regional e, incluso, a nivel global.
En las siguientes líneas, se intentará vislumbrar cuál es la posición de China en el panorama estratégico actual y su potencial. Todo ello, con el objetivo de analizar la posibilidad de que se produzca un cambio en el centro de gravedad a nivel geopolítico y, en definitiva, ofrecer una respuesta a la siguiente cuestión: ¿Será posible que China llegue a ocupar el lugar actual de Estados Unidos como potencia?
La gran estrategia china
China se presenta en la actualidad como el centro de gravedad en el gran tablero de Brzezinski.[ii] Este último, en el marco del Rimland de Spykman, coloca a China como un jugador principal debido a su poder potencial y sus antecedentes históricos.[iii] En el ámbito de la geopolítica, y en contraposición a los postulados de Mackinder y su Heartland, China siempre se ha considerado el “Imperio del Medio” y durante gran parte de la historia ha llevado a cabo una política aislacionista de manera voluntaria. Sin embargo, como ya se ha comentado con anterioridad, la intervención de potencias extranjeras a partir del siglo XIX obligó a China a destruir esa visión sino-céntrica y a contactar con el resto del mundo.[iv]
Hasta hace unas décadas, el comportamiento de China seguía las reglas antinaturales de la lógica paradójica de la estrategia. Esto quedaba reflejado en la cesión de territorio por parte de China cuando se trataba de zonas en disputa, a través de la firma de tratados fronterizos, como los firmados con Birmania, Nepal, Corea del Sur, Mongolia o Afganistán. Sin embargo, en el ámbito marítimo siempre se ha mostrado más beligerante. De hecho, hace ya más de veinte años que China manifestó su voluntad de expandirse a nivel marítimo, lo que le ha llevado a enfrentamientos históricos -muchos de ellos vigentes en la actualidad- contra algunos de sus países vecinos, como Vietnam, Filipinas, Malasia, Indonesia o Japón. El punto estratégico se encuentra en el Mar de China, pues se trata de una localización por la que atraviesan las grandes líneas de navegación.[v] En este sentido, Mahan ya advirtió del peligro de la expansión China.[vi]
No obstante, a partir de los años noventa, China modificó su manera de proceder, con el objetivo fundamental de evitar el desarrollo de convulsiones internas como las que ya habían sucedido en el espacio pos-soviético.[vii] Este cambio fue aún más notable desde el año 2008, pues, posiblemente, la crisis económica occidental motivara a China a dar un paso más. Como resultado, las disputas territoriales se reactivaron, destacando entre ellas las de India y Japón, y se sumaron a las marítimas que ya se encontraban activas.[viii] Este cambio de comportamiento también llevó asociado un aumento de la ambición estratégica -hecho que hace recordar esas políticas de poder a las que hace referencia Mearsheimer cuando habla de Europa y de Asia[ix]– que se ha manifestado a través de tres líneas estratégicas.
La primera de ellas gira en torno a la creación de una nueva “Ruta de la Seda” dual, tanto por vía terrestre como marítima, con el objetivo de comunicar China con Europa y el Atlántico y así alejarse del control anglosajón. Aunque se trata de un “juego de suma cero”, en el que entran en conflicto los intereses de Estados Unidos, Rusia, India y Japón.[x]
La segunda de ellas se basa en la alianza con Rusia. En este sentido, precisamente Brzezinski afirmaba que una de las condiciones para que Estados Unidos mantuviese el poder era que los estados gamberros como Rusia o China no se uniesen entre sí.[xi] Ante el gradiente demográfico en la zona de Siberia y de la Asia rusa que deja de manifiesto el declive de Rusia y la posición de privilegio de China, el país asiático entiende que la alianza con Rusia es la mejor manera de asegurar los recursos de la región. Además, desde una perspectiva geoeconómica, China estaría en posición de imponer unos precios favorables del petróleo y del gas por la dificultad rusa para dar salida a estos recursos siberianos.
No obstante, la relación entre Rusia y China se presenta como una alianza cada vez más descompensada en favor de China, debido al diferencial creciente entre sus capacidades económicas y decreciente en cuanto a sus potenciales militares. Esto es un claro ejemplo de lo que Mearsheimer denomina como equilibrio externo, que se expresa a través de la alianza defensiva entre Rusia y China.[xii] Una alianza que puede tambalearse si se tiene en cuenta lo que señalaba Schweller al afirmar que en un sistema multipolar -como el asiático, según Mearsheimer- las grandes potencias dejarán de lado el equilibrio cuando consideren que su ventaja es decisiva.[xiii] En este punto, también se habrá de tener en cuenta la diferencia de intereses y esa intención -poco probable, pero existente- rusa de formar una Unión Euroasiática que reviva el Heartland de Mackinder.[xiv]
Por último, la tercera línea estratégica, como ya se adelantaba anteriormente, se centra en el Mar de China, el Océano Pacífico y el Océano Índico. En este sentido, China pretende crear un anillo de seguridad, también conocido como collar de perlas, para mantener alejado a Estados Unidos. Esta estrategia tumbaría la visión geopolítica, basada en Mahan, que Estados Unidos desarrolla en Asia, pues ese control de las costas opuestas que preconiza Mahan sería cuestionado por la estrategia China.[xv] Esto supondría un enfrentamiento directo entre China y Estados Unidos y otras potencias regionales, pero posibilitaría una salida libre de las flotas chinas a los océanos Pacífico e Índico.
El desafío de China al statu quo actual
China se encuentra en una posición más débil en el plano estratégico a medida que aumenta su fuerza. Además, desde una perspectiva tanto realista como liberal, está inmersa en el marco de un continente asiático potencialmente inestable en el que se hace necesario un sistema jerárquico.[xvi]
No obstante, si China continúa con su crecimiento, desde la perspectiva del realismo ofensivo, dominará Asia. Un hecho que, basado en la concepción expansionista china, agudizará el dilema de seguridad, que provocará que las acciones defensivas para China sean interpretadas como ofensivas por otros Estados, provocando que estos últimos se unan a Estados Unidos.[xvii] En esta línea, ya se habla de una alianza tácita de Estados Unidos para contener a China, en la que participarían de manera destacable otras dos potencias regionales: Japón, que tendría que llevar a cabo una estrategia de rearme e, incluso, de nuclearización e India, que junto con otras potencias regionales estarían en disposición de crear un cordón de seguridad en torno a China para frenar su avance.[xviii]
Como contrapartida, el aliado más notable de China sería Pakistán, al que probablemente también se le sumarían Venezuela, Cuba o Irán; aunque sólo la incorporación de Rusia supondría un gran cambio a nivel estratégico.[xix] Por otro lado, si China apostase por mantener el equilibrio, debería desarrollar una política exterior más conciliadora y frenar su ritmo de crecimiento militar.[xx]
Por último, otro de los puntos que conviene tener en cuenta es la cuestión de Taiwán, pues Mearsheimer ya afirmaba que, si China ganaba territorio en este contexto, provocaría el descrédito de Estados Unidos,[xxi] un hecho que, junto con el crecimiento de China, podría desembocar en que el país asiático pudiese alcanzar más potencial que Estados Unidos, tal y como ya advirtió también Mearsheimer.[xxii]
Conclusiones
Tras todo lo expuesto, lo más previsible parece afirmar que se producirá un cambio en el statu quo a nivel internacional; del actual sistema -caracterizado por tendencias multipolares- se pasará a un sistema bipolar en el que Estados Unidos y China se alzarán como las dos potencias más fuertes, mientras que otras potencias más débiles orbitarán en torno a ellos y mantendrán el equilibrio del sistema. Si China continúa desarrollando las políticas de los últimos años, parece complicado que los esfuerzos de contención que lidera Estados Unidos frenen al gigante asiático. Se ha podido observar que, frente a la falta de capacidad militar en relación con Estados Unidos, China es capaz de plantear auténticas estrategias militares que pueden dejar fuera del juego a Estados Unidos en el espacio Asia-Pacífico.
En este sentido, desde una perspectiva cercana a las tesis de Spykman, se hará necesario que Estados Unidos controle el creciente marítimo euroasiático –Rimland– para conservar parte del dominio de los asuntos mundiales o, al menos, para intentar contener a China.
[i] LACOSTE, Y. (2009). Geopolítica, Síntesis, pp. 169-174.
[ii] FUENTE COBO, I. (2017). ¿Se convertirá China en una potencia agresiva?, documento de análisis 15/2017, Instituto Español de Estudios Estratégicos [IEEE], p. 2.
[iii] BRZEZINSKI, Z. (1998). El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, Paidós Ibérica, p. 56.
[iv] Ibid., p. 4.
[v] Ibid., pp. 185-186.
[vi] PARET, P. (1992). Creadores de la Estrategia Moderna: desde Maquiavelo a la Era Nuclear, Ministerio de Defensa, p. 480.
[vii] FUENTE COBO, I., op. cit., p. 5.
[viii] LUTTWAK, E. N. (2011). Por qué China no será la próxima potencia mundial… pero cómo podría serlo, Vanguardia dossier, 40, p. 13.
[ix] MEARSHEIMER, J. (2001). Great Power Politics in the Twenty-first Century. En The Tragedy of Great Power Politics. New York: Norton, p. 361.
[x] FUENTE COBO, I., op. cit., pp. 6-7.
[xi] BRZEZINSKI, Z., op. cit., p. 63.
[xii] Ibid., p. 8.
[xiii] SCHWELLER, R. (2004). Unanswered Threats: A Neoclassical Realist Theory of Underbalancing. International Security, vol. 29, 2, p. 166.
[xiv] FUENTE COBO, I., op. cit., p. 10.
[xv] Ibid., p. 11.
[xvi] LUTTWAK, E. N., op. cit., p. 67.
[xvii] FUENTE COBO, I., op. cit., p. 12.
[xviii] Ibid., pp. 13-14.
[xix] LUTTWAK, E. N., op. cit., p. 13.
[xx] Ibid., pp. 12-15.
[xxi] LACOSTE, Y., op. cit., p. 56.
[xxii] MEARSHEIMER, J., op. cit., p. 397.
Razón: La ex alumna de la UEMC Andrea Arrieta escribe una columna sobre relaciones internacionales llamada “El atlas cifrado”. En la columna se analizan temas relativos a la interacción entre diversos elementos del sistema internacional y los juegos de poder a nivel mundial.
Temática: Geopolítica: el caso chino.
Antiguo alumno: Andrea Arrieta Ruiz.
Especialización: Grado en Periodismo en la UEMC. Máster en Paz, Seguridad y Defensa. Doctorando en Seguridad Internacional. Línea de investigación: Estrategia, geoestrategia y geopolítica.
Profesor responsable: Rosa María Arráez Betancort (Dpto. de Ciencias Sociales).