En enero alcanzábamos temperaturas no vistas desde hace 50 años: 20 ºC en muchas zonas de España e incluso termómetros cerca de los 25 ºC grados en el sur del país. Y, sin embargo, la última semana de febrero las temperaturas nos devolvían a la realidad del invierno con escasos grados positivos durante el día, lluvias y nieve. Esta variación en tan poco tiempo, tanto el aumento inusual de temperaturas como su caída, no es sino la muestra de una realidad que nos acompaña desde hace décadas: el cambio climático.
El frío extremo también es consecuencia del calentamiento global
Cuando hablamos de cambio climático siempre solemos pensar automáticamente en el calentamiento global, y las temperaturas elevadas no son su único síntoma. Las variaciones extremas son un claro signo de que la vida actual va a sufrir los cambios que trae consigo el cambio climático.
Mientras en el ártico las temperaturas aumentan, provocando los ya conocidos deshielos con sus brutales consecuencias para la fauna del lugar, en Estados Unidos la temperatura desciende de forma drástica en invierno provocando épocas de intenso frío, tormentas de nieve y haciendo que muchos ciudadanos de este país pongan en duda el calentamiento global, lógicamente sin pararse a investigar lo más mínimo sobre lo que implica este término. Los cambios se deben a la alteración del flujo de chorro polar que, digamos, se desvía de las zonas árticas hacia Estados Unidos. Esta correlación de las temperaturas ha sido investigada por expertos y publicada en Nature Communications.
Las consecuencias de este fenómeno ya las hemos experimentado en todo el mundo, olas de frío y de calor extremo, sequías e inundaciones. Y el pronóstico no es favorable ya que se espera que estos eventos sigan aconteciendo e incrementando su frecuencia.
¿Es demasiado tarde?
No dejará nunca de sorprenderme el ego de los humanos, especialmente cuando se trata de arreglar un problema que ellos han provocado. En el Acuerdo de París de 2016 se determinó reducir el aumento de la temperatura a 1,5 ºC para volver a los niveles previos a la masiva industrialización. Muchos países han cumplido con las regulaciones sobre contaminación, pero ¡oh, sorpresa, sorpresa! No es suficiente. Este año 2024 se prevé que la temperatura aumente en 2,7 grados, es decir, si el año pasado ya experimentamos temperaturas extremas y olas de calor en verano con consecuencias fatales, este año se prevé peor.
Por supuesto, las previsiones están basadas en investigaciones sobre el clima y los cambios que puede provocar en nuestra vida. Desde el aumento de olas de calor, el desbordamiento de los ríos o las sequías de las cosechas. Todas ellas duplicadas si alcanzamos los 3 ºC a los que nos estamos acercando.
El deshielo de los polos, la sequía, las olas de temperaturas extremas, todo ello consecuencias del cambio climático con las que vamos a tener que vivir o, tal vez, a las que intentar sobrevivir. El sistema del cambio climático es tremendamente complejo y, sin embargo, no es necesario entenderlo para experimentar sus efectos, solamente basta con asomarse a la ventana.
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Razón: La ex alumna de la UEMC María Espinosa escribe una columna sobre ciencia y divulgación llamada Un dragón en el garaje, haciendo alusión a la metáfora más famosa de Carl Sagan. En la columna se tratan temas científicos y divulgativos de una forma sencilla y amena.
Temática: Este invierno nos ha dejado muestra de temperaturas muy variables, desde rachas de 20 ºC nada habituales, hasta las frías temperaturas invernales. Estas variaciones no son sino otra consecuencia del cambio climático.
Antiguo alumno: María Espinosa Lorenzo.
Especialización: Grado en Periodismo en la UEMC. Trabajo Fin de Grado: Periodismo científico y homeopatía en la prensa digital generalista española. Especializada en Ciencia y divulgación.
Profesor responsable: Rosa María Arráez Betancort (Dpto. de Ciencias Sociales).
