Al habla RR21, antes de nada, quiero dejaros aquí el enlace a la canción que va a sonar en mi cabeza mientras escribo y da título a esta reflexión.
Dicho esto, empezamos.
Ayer en una de mis conversaciones neuronales con los personajes acabé escribiendo esta conversación:
– ¿Por qué siempre tienes dos respuestas para todo?
Porque tengo dos centros de control. A mi cabeza le enseñaron desde niña a ser un tiburón de los negocios y mi corazón nunca ha aceptado enseñanza alguna.
– Me sorprende tu capacidad para modificar tu ser en función de dónde estés. Ese poder camaleónico consideras que te acerca o te aleja de tu vida soñada.
Bien jugado, profe, no voy a caer. Ese poder me permite sobrevivir y sobrevivir me permite aprender a vivir.
– Aprender a vivir…
Sí. Todo en esta vida se aprende…
– Menos tu corazón que se niega a aceptar enseñanza alguna. Exacto y ahí es cuando se crean mis conflictos.
– Cómo sería aprender de tu corazón?
¿A dónde quieres llegar?
– A ningún lado. Solo estaba pensando si tu corazón no quiere aprender y tu cerebro aprende de todo… Por qué no hacer que tu cerebro aprenda, que es lo que sabe hacer, de tu corazón. En vez de forzar al corazón a aprender algo que ya te ha dicho que no hará.
Me dejó tocada y pensando mucho esa frase… Aprender del corazón… Me gustaba cómo sonaba esa idea casi al mismo nivel de lo que me asustaba de que realmente mi corazón fuera un borracho perdido de amor y eso me llevara a la quiebra.
Seguí dándole vueltas a esa idea, me llegaban frases de otras conversaciones. Una incluso que me rebatía esa frase anterior: «Solo los borrachos y los niños dicen la verdad, si tu corazón es un borracho nunca te dirá una mentira».
Así estuve saltando de pensamiento en pensamiento, de personaje en personaje, hasta que me choqué con un muro impenetrable hecho de una vivencia cercana. Y en ese momento… punto en boca.
Os preguntaréis cuál fue, supongo. Fue mi defensa del TFG.
Durante todo el tiempo que estuve preparando ese trabajo, todo el tiempo que tuve que estar ajustándome a los criterios que me pedían mi cabeza colapsaba cada dos por tres, envuelta en miedos, dudas, inseguridades y ansiedad. El trabajo nunca era lo suficientemente bueno, nunca era lo que debía ser y sobre todo… no era un trabajo con el que yo me sintiera orgullosa. No por
el tema que trataba, que ha sido una pasada y tampoco por la gestión hecha por parte ni de mi tutor ni mía, era por el tener que hacer las cosas escuchando a mi cabeza y silenciando (amordazando más bien) a mi corazón.
Durante el trabajo escrito, me frustré muchísimo y había veces que hasta quería borrarlo todo y empezar de cero, aunque estuviera ya a contrarreloj. No lo hice porque al final, mi trabajo era bueno o tal vez muy bueno (ahí subiéndome la autoestima), el único «fallo» que tenía era que se había ajustado a lo que se le pedía sin salirse un milímetro de las pautas a pesar de que yo soy de las que ama pintar por fuera o, bueno, para mantener el equilibrio con la cabeza, justo rozando el límite sin saberse si está por fuera o no.
Como un efecto rebote, en la presentación fue carta blanca para que mi corazón hiciera y dijera lo que le diera la real gana. Y eso hice, en la presentación me daba igual lo que es «normativo» yo quería contar mi trabajo con el MI en grande. Desde mi proceso personal antes, durante y después de hacerlo, mi proceso profesional y, por supuesto, mi trabajo que al final era lo que había que presentar.
Durante esa presentación estaba solo yo y, claramente después de tantos meses «monotema», había aprendido par coeur (esta expresión francesa me encanta. Quiere decir: “De memoria”, pero la traducción literal es “De corazón” (interesante, eh)) lo que era mi trabajo y sus explicaciones casi hasta el punto, que al menos lo concerniente a lo que había estudiado lo había integrado en mí (era la «experta» de esa presentación).
La presentación hizo que mi TFG conectara con el tribunal, mi corazón conectó con los suyos hasta el punto de que el trabajo final ha tenido una calificación de sobresaliente.
Más allá de esa nota, que es una absoluta pasada, yo en esa presentación no quería vender mi trabajo, tampoco esperaba una nota (es más yo fui creyendo que iba a tener un 5 y gracias o un 6) no quería hacer lo que «se debe hacer» en una presentación simplemente conté mi verdad casi como si tuviera el corazón en la mano tocando la tecla para pasar de diapositiva.
Y justamente, al menos para mí, el hacer eso me permitió estar completamente orgullosa de mi trabajo. De plantarme aquí y ahora y decir Olé YO y Olé la currada que hice. Sin importar la nota, que en este caso claramente me refuerza esta idea, sin importar el feedback de los profesores, que también en este caso fueron reforzantes. (No voy a mentir. Tal vez si me hubiera salido por la culata este mensaje no lo escribiría. Por suerte, no he conocido ni vivido aún una vivencia real (en mi cabeza hay mil a la hora) donde escuchar al corazón haya sido un tiro por la culata).
Y eso es todo, tal vez es el momento de aprender del corazón y, como una frase que dijo Kurt en uno de mis libros y ahora entiendo, «Un buen soldado pelea con el corazón y la razón es quien le tiene que frenar en el momento exacto».
Cambio y Corto. RR21
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Razón: Oculta bajo el seudónimo de Radio Rebelde -como en la película de Disney- está una persona ambiciosa y enamorada de las palabras.
Temática: Reflexiones variopintas de mi día a día y con puntadas de la psicología: a toda velocidad.
Alumnos: Radio Rebelde.
Curso: 2023-2024.
Profesor responsable: Carolina Pascual Pérez (Dpto. Humanidades).