Tras el notorio éxito del 8 de marzo de 2018, no es de extrañar que este año se haya politizado tantísimo con la lucha por la igualdad ¿Cómo iban a perder la oportunidad los partidos de sacar rédito del asunto y tratar de capitalizar la situación? El caso es más descarado con la derecha por la multitud de contradicciones que hay en su argumentario ¿recordamos que el año pasado el PP negaba el 8m y este año se han subido al carro? Y con respecto a Ciudadanos ¿por qué después de asegurar que no apoyaban las manifestaciones, tras ver su masividad se definieron “orgullosos de liderar” la lucha? Todos los partidos lo utilizan de una forma u otra, pero al menos, deberíamos exigir coherencia ideológica, y no cruzar la barrera ética con el uso de los casos de violencia de género para sacar pecho o desacreditar a otro.
Lo que está claro es que se ha convertido en un día que no deja a nadie indiferente y donde hay dos polos o visiones sumamente contrarias. Por un lado, están aquellos partidos o simpatizantes de ideas castizas que contemplan y tratan de hacernos creer que estamos ante una época de “dictadura feminista” (palabras textuales de Isabel Díaz Ayuso). Por otro lado, estamos quienes contemplamos al movimiento como una búsqueda de equidad sexual sin discriminación ni techos de cristal (concepto apoyado por la RAE). Pero, teniendo tan claro estos dos sectores poblacionales ¿por qué creo que, salvo el día 8m, el feminismo no se contempla como algo positivo?
Pues bien, a pesar de que es un tema ya conocido por todos, son muchos quienes continúan asemejando feminismo con hembrismo, ideas radicales, con ser una “feminazi” que odia al género masculino… incluso me atrevería a decir que más de la mitad de la población tiene en mente dicho concepto como un antónimo de machismo.
El mayor de los problemas es que personas del ámbito público con cierta influencia social puedan llegar a sembrar y reforzar dicha confusión. Voy a poner como ejemplo a un personaje que pasa sus horas entre Telecinco y el Partido Popular, Isabel Rábago. Dícese periodista -aunque en su caso cabe pensar que su titulación tenga la misma validez que un Máster de Pablo Casado-, sin embargo, siembra el caos en la red social Twitter y se ve envuelta en críticas al postear lo siguiente:
“No, no soy feminista. Soy femenina y me gusta ser mujer. La mujer que yo quiero ser, no la que quieren que sea”.
Ridículo ¿Verdad? ¿Desde cuándo ser femenina y sentirse mujer está reñido con luchar por la igualdad de derechos?
Tras un evidente aluvión de críticas, su respuesta fue igual de intelectual, atacando con un “a las feminazis que me critican, golpe de melena”. Argumentos del nivel de Albert Einstein.
Dejando de lado a personas que, sin duda, no deberían estar en el plano mediático, analicemos otro de los problemas del 8M al que seguramente debamos enfrentarnos, y es la concepción de este día como una fiesta. Manifestaciones masivas, sí, pero huelga masiva no. Sí, hubo comercios que cerraron como muestra de su apoyo, pero no fueron precisamente la inmensa mayoría. También está el caso de los bares y hostelería que se aprovechan de la sed posterior a una manifestación. ¿Manifestación y nos vamos de cervezas? No. La huelga debe ser también de consumo, aunque respetando por supuesto a quienes no tengan este pensamiento. Lo que no se puede hacer es ser huelguista a plazos, por así decirlo.
No podemos permitir que se acabe banalizando una lucha tan extendida en el tiempo. Nos debemos negar a la capitalización de ésta en base a la búsqueda de votos.
Tampoco hemos de juzgar a quien se acoja a su derecho a no manifestarse.
Huelga sí, pero respeto y moral también.
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Razón: La antigua alumna Izaskun Martínez Oliden mantiene un interés especial por la actualidad política y ofrece su opinión al respecto en su sección A golpe de crítica.
Temática: Utilización política de la huelga del 8M.
Antiguo alumno: Izaskun Martínez Oliden.
Especialización: Grado en Publicidad y RR.PP y Grado en Periodismo en la UEMC.
Profesor responsable: Rosa María Arráez Betancort (Dpto. de Ciencias Sociales).
