Un arco sin triunfo

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Desde tiempos inmemoriales los arcos de triunfo conmemoran importantes victorias militares, enaltecen a gobernantes y ensalzan logros civiles. Se ubican generalmente en espacios distinguidos o donde tuvieron lugar los hechos rememorados. El Arco de la Estación o Arco de Ladrillo fue construido en 1856, año en el que comienza la historia del ferrocarril en Valladolid. El 20 de febrero (fecha recordada con una calle vallisoletana) se celebró la subasta que adjudicaba el tramo Valladolid-Burgos de la línea Madrid-Irún. Y apenas dos meses después el presidente del Consejo de Ministros de España, el general Espartero (primer duque de la Victoria, que también tiene calle), daba inicio a las obras del ferrocarril en nombre de la reina Isabel II.

Dos años más tarde (julio de 1858) la propia reina visitaba las obras en la ciudad e inauguraba el puente ferroviario Príncipe Alfonso cerca de Cabezón de Pisuerga. Para la regia visita se construyeron dos arcos de triunfo efímeros: uno levantado por el Cuerpo de Ingenieros frente al “octógono” que ocupaba la Academia de Caballería (el majestuoso edificio actual es de 1924); y otro en la calle Santiago construido por el gremio de ebanistas y carpinteros. Pero aún deberían pasar otros dos años, hasta 1860, para ver llegar la primera locomotora procedente de Burgos, curiosamente sin llegar a pasar por el arco ya que no había más vía dirección Madrid (la línea Madrid-Irún, o Madrid-Hendaya se inauguró en 1864).

Hay diversas teorías que explican la construcción del Arco de Ladrillo. La versión popularmente aceptada es que se trata de un arco triunfal que conmemora la llegada del ferrocarril. Pero hay otras igualmente aceptables, como que fue una demostración de los valores constructivos del ladrillo frente al hierro, o una prueba de su resistencia para construir puentes, o un modelo para los arcos de las bocas de los túneles. Incluso que se hizo para aplacar el temor de la población a que las vibraciones de las pesadas locomotoras de vapor pudieran derrumbar sus casas (el arco colapsaría antes). ¡Qué cosas, oiga! Por último, la teoría documentada en un folleto de esos años que dice lisa y llanamente que el arco era la entrada a la Estación del Ferrocarril del Norte (o mejor dicho: al apeadero, porque eso era lo que había hasta la construcción de la actual Estación del Norte, o del Campo Grande, en 1895).

El motivo del arco puede ser cualquiera de los mencionados, pero en todo caso es un símbolo objetivamente ligado a la llegada del ferrocarril a Valladolid, un hito que marcó una época de enorme importancia para la ciudad. Y un símbolo del progreso de una urbe camino de los 50.000 habitantes a mediados del siglo XIX, eje dinamizador de Castilla La Vieja y en la que sobresalían, además de su consolidada agricultura, su desarrollo industrial, comercial y financiero.

Bajo el Arco de Ladrillo han desfilado fumaradas de vapor, humaredas de diésel y tropecientos mil voltios en catenarias; convoyes con todo tipo de mercancías y con pasajeros de todo tipo; traviesas de madera y de hormigón; ancho de vía ibérico y europeo; y trenes lentos, trenes menos lentos, trenes articulados ligeros Goicoechea Oriol y, desde 2007, trenes de alta velocidad.

Pero en la actualidad este símbolo apenas se puede avistar al recorrer el paseo que lleva su propio nombre. A escasos cinco metros un mamotreto de viaducto lo condena al ostracismo. Paradójicamente -y paralelamente- este viaducto salva las vías del tren ocultando la estructura que rememora sus orígenes. Ochocientas inertes toneladas, 150.000 fútiles ladrillos y 30 metros de luz deslucida. Valladolid ha despojado del triunfo a su arco. Y costará un triunfo recuperar el arco para Valladolid.

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Razón: ‘Enfoque Tomix’ es una selección de imágenes comentadas con las que descubrir algo nuevo a través de la óptica particular de @DaniTomix (Instagram y Twitter).
Temática: El Arco de Ladrillo.
PAS: Daniel Tomillo Colomo. Departamento de Admisiones y Marketing UEMC.
Especialización: Observar, indagar para descubrir algo y aprender antes de dormir.

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