El hombre es enemigo de lo que ignora: enseña una lengua y evitarás una guerra. Expande una cultura y acercarás un pueblo a otro”. Proverbio árabe
Existen aromas que perduran en los surcos de la piel aún transcurran mil siglos. Son como esencias sutiles que te cautivan desde el primer momento que tienes contacto con ellas. Son persistentes y casi inmortales. Siempre he creído que la gastronomía de un país es el fiel reflejo de sus habitantes y su idiosincrasia. Marruecos es más que un país lejano y exótico. ¡Es inolvidable! Si bien es cierto que la comercialización de especias ha sido un habitual en la sociedad árabe, durante varios siglos atrás; también es cierto que no nos debe de sorprender que en la gastronomía marroquí estos alimentos y sus aromas vitales inunden mercados y zocos.
Caminé absorta y me sentí embelesada ante cada puesto de alfombras, bolsos y pañuelos de colores diversos y muy llamativos. No obstante, el temor me invadió al llegar a un estrecho callejón que desemboca a una inmensa plaza repleta de una gran multitud. Eran las 11:15 de la mañana de un hermoso sábado de verano en el qasabah de Tánger. Por tal motivo, hay una exquisita variedad de puestos con un gran colorido donde la canela, el azafrán, el jengibre, el comino y la cúrcuma campan por su respeto dentro de canastas de mimbre y de madera de jatoba. Decidí aproximarme a la multitud para aspirar de cerca la exquisitez de aromas que deprendían aquellas canastas rebosantes. Tímidamente, degusté una pizca de canela que el vendedor me invitó a probar. El sabor tan puro de la canela abrumó mis cinco sentidos.
Conocía muy bien los beneficios de esta especia en el arte culinario.
“Choukran”, -le digo mientras saboreaba la pizca de canela.
Proseguí mi recorrido con un paso lento y unas ansias locas de empaparme de esa cultura seductora y novedosa. Era más fuerte el deseo de conocer por mí misma la ciudad que el disfrutar del hermoso hotel donde me encontraba alojada. Por ello, esperé a que mi esposo marchara a su reunión de negocios para así cubrir mi larga cabellera de color azabache con un pañuelo de azul celeste con el fin de pasar desapercibida por la recepción del Hotel.
“No salgas sola por la ciudad. Es peligroso”, – me recordó él antes de salir de la habitación.
Desobedecí, pero no me arrepentí en absoluto. Era un mundo nuevo que tenía que descubrir. Un mundo, quizás estigmatizado por razones sociopolíticas y/o económicas. A medida que caminaba iba perdiendo el temor de andar sola por las calles del qasabah. La estrechez de calles fue lo primero que llamó la atención. No obstante, no lograba percibir ningún peligro. Por el contrario, cientos de mujeres y hombres caminaban de aquí y para allá a lo largo de estrechísimas calles de adoquines. Mujeres de gran belleza que no cubrían sus rostros ni sus cabellos, captaron mi interés.
Era cerca del mediodía cuando observé que los niños jugaban felices cerca de la plaza. Aunque estaban descalzos, parecían no sentir molestias y corrían entre la multitud. Niños con una sonrisa a flor de labios. Me llamó muchísimo la atención que no se entretenían con algún balón de fútbol. Sólo lanzaban chapas de botellas de Coca-cola. Me pregunté cómo se podía ser tan feliz con tan poco. Una realidad bastante compleja para llegar a comprenderla del todo en tan escasos minutos.
Eran demasiadas emociones. Todo lo que me había ocurrido en escasas horas esa mañana era sorprendente. Necesitaba estar a solas y decidí regresar al hotel a una hora prudente. Allí después de un análisis exhaustivo, llegué a una conclusión convincente que me ayudó a comprender la sociedad que me rodeaba. Pensé en el encanto y el poder de seducción de las especias y más concretamente en el ras el hanout. Finalmente, deduje que esta composición o mezcla secreta de especias que la persona elige según sus preferencias es como la cultura marroquí: misteriosa y seductora. Marruecos es indudablemente una bella nación que poco a poco se moderniza y abre de una vez y por todas sus puertas a Occidente. Finalmente, me prometí a mí misma que visitaría nuevamente en un futuro no muy lejano esta tierra amiga. Y espero que en esta ocasión descubra y saboree más profundamente el qasabah de mi cosmopolita Tánger.
Razón: Silueta con voz de mujer responde al nombre de la colaboración literaria mensual que la profesora del Grado en periodismo semipresencial, Ruth Amarilis Cotto Benítez, efectuará en Vuélcate. Se trata de una serie de relatos cortos que empoderen a las mujeres.
El logo de su colaboración ha sido cedido por el pintor Alejandro Conde. Se trata de su obra titulada Mujer con sombrero. Y este mismo pintor colabora con otras obras cedidas para ilustrar específicamente algunos relatos de la autora.
Temática: Amor.
Profesor: Ruth Amarilis Cotto.
Especialización: Filología Inglesa. Dpto. Ciencias Sociales (UEMC).