Víctor lo tuvo siempre presente. Era una jugada con la que soñaba. Porfiaba, de hecho, con unos y con otros compañeros en que pudiera salir. Se lo repetía machaconamente en los entrenamientos e incluso ya lo intentó en una ocasión con el delantero Losada, aunque el balón le dio finalmente a ‘El Chino’ en la espalda en su correr hacia el marco contrario.
Sin embargo, ese día había algo diferente en el ambiente: “Vi la cara de Joseba (Llorente), no se me olvida. Estaba confiado en que iba a salir…”, dice Víctor.
La idea era enviar el balón a la espalda del central más lento del Español, Lacruz, y aprovechar el despiste típico y la relajación del inicio del partido. Y que Llorente corriese como si no hubiera un mañana para poder recibir el balón. Pero eso estaba garantizado con solo mirarlo a la cara…
Todo sucedió un 20 de enero de 2008 en el campo del José Zorrilla. Hace hoy mismo diez años. El Real Valladolid se enfrentaba en partido de Primera división al Espanyol que por aquel entonces dirigía Ernesto Valverde, ahora en la orilla contraria recogiendo parabienes por su gestión.
El sorteo del colegiado Pérez Lasa favoreció al Real Valladolid que se disponía a sacar de centro acompasado del pitido inicial. La grada tomaba asiento y algún espectador más tardío aún no había llegado a su localidad y se las emprendía en pleno vomitorio. En ese momento, Víctor y Llorente se miraron a los ojos con esa predisposición inquebrantable de quien cree realmente en sus posibilidades. “¿Estás listo para correr, se la hacemos?”, fue la pregunta. Ni siquiera fue un menos desafiante: “Lo intentamos”. La fe se intuía en sus caras y luego en sus movimientos. No cabía la duda y sí el convencimiento absoluto.
La reglamentación marcaba que había que sacar obligatoriamente hacia adelante. Tras 7 segundos y 42 centésimas, dio tiempo a las siguientes acciones concatenadas, explosivas y ‘ultra-veloces’: Saque. Amago. Vuelta. Carrera desenfrenada. Pase. Control. Golpeo. Gol. El guardameta periquito Lafuente recogió el balón de sus mallas cuando aún no se había cumplido el primer minuto de partido. Valverde, desde el banquillo contrario, no daba crédito. Comenzaba un encuentro con un gol en contra. Víctor, como el resto del equipo, se pegó un tremendo sprint para abrazar a Llorente, el autor del gol. Por fin la jugada era una realidad.
En el top de los goles más rápidos de la Liga figuran otros dos que, por circunstancias, fueron diferentes al anotado por Llorente. En ambos, el equipo que ponía el balón en juego sacando de centro era el que luego se encontró con el gol en contra. Aunque el fútbol ciertamente es un juego de errores y aciertos, en los dos se trató de una presión bien ejercida por el rival y una pérdida de balón, pero nada salido y pergeñado de la imaginación, la cabeza, la fe y la creatividad como el tanto de los blanquivioleta Víctor Fernández y Joseba Llorente.
El 10 de diciembre del año 2000 en Málaga, precisamente el Real Valladolid sacaba de centro y un luchador Darío Silva robaba la pelota a un centrocampista blanquivioleta para plantarse ante Albano Bizzarri cuando llevaba ocho segundos de partido. Cuatro años después, un 27 de marzo de 2014, en un Almería-Valencia, el valencianista Keitia anotaba el 0-1 para su equipo rozando los ocho segundos en una acción parecida: presión, fallo del Almería y gol.
La FIFA mantiene como el gol más rápido uno obrado por Damian Mori a los 3 segundos y 69 centésimas en un encuentro de la liga australiana entre el Adelaida City y el Sydney United el 6 de diciembre de 1995. Para el Libro Guiness de los récords, el gol más rápido fue el logrado por el uruguayo Ricardo Olivera cuando se llevaban 2,8 segundos de un partido semiprofesional de selecciones provinciales el 26 de diciembre de 1998 en el Estadio José Enrique Rodó de Soriano (Uruguay). En ambos casos, la entidad de las competiciones obviamente no es la misma que La Liga española.
Fue un gol precoz. El fútbol y el sexo coinciden en que en ambos casos se trata de ponerle pasión al tema. Sin ésta, los automatismos acaban por dirigir ambas especialidades hacia la monotonía, el aburrimiento, la pereza y hasta el hastío. ¡Qué sería de nosotros sin ella! No hay nada peor que participar en estas dos ‘disciplinas’ con frialdad, apatía, indiferencia. Ese es el fracaso, seguro.
Sin embargo, fútbol y sexo y sus máximas consecuencias (gol y orgasmo) también se diferencian. Claro que se diferencian. Es rotundo que un sexo fugaz, “uno rapidín”, al estilo conejo, deja contento a pocos, pero el gol, amigos, el gol es otra cosa. Y si, por su ausencia o escasez, este se logra a las primeras de cambio, precoz, incontrolado, prematuro, casi imprevisible, pues mejor para uno y para su corazón (el de participantes y aficionados). Que ya pondremos la ‘patata’ en riesgo en otras artes, pero no con la ‘pelotona’. Aquí uno se acuerda inevitablemente de la frase de muchos amigos: “Yo ya prefiero ver un buen partido que una buena corrida”. Y no se refieren ciertamente a la de toros. –
Eduardo Galeano, que llegó al mundo, como todos los uruguayos, gritando gol decía que “me quedo con esa melancolía irremediable que todos sentimos después de hacer el amor y al fin del partido». Pues eso, llegado el caso y después de 10 años, melancolía…
(En recuerdo de Tomás Hoyas).
Razón: Santiago Hidalgo Chacel publica periódicamente en el diario El Norte de Castilla un artículo de opinión de temática deportiva. Algunos de esos artículos junto con otros inéditos serán publicados mensualmente en Vuélcate en su columna Sin perder el norte.
Temática: El Real Valladolid atesora uno de los récords de nuestra liga. Haber marcado un gol a los 7 segundos y 42 centésimas. Fue obra de la dupla Víctor-Llorente. En enero cumplió 10 años.
PAS: Santiago Hidalgo Chacel. Gerente de la Fundación UEMC.
Especialización: Periodismo deportivo.