La sociedad vive un momento en el que las creencias se imponen al razonamiento científico y vemos cómo surgen movimientos creacionistas, terraplanistas, racistas y negacionistas del cambio climático. Todos ellos están avalados, o creen estarlo, por la libertad y el derecho a que cada cual piense lo que quiera. Sin embargo, esta libertad de pensamiento se confunde, a menudo, con la verdad.
¿Por qué en un Estado laico, como España, se juran los cargos políticos sobre una biblia y un crucifijo? ¿Por qué tenemos que aceptar esta creencia y no otra? Las creencias de cada cual, sean las que sean, no deberían ir más allá, no deberían opinar sobre otros aspectos de la vida, pero lo hacen.
El proteccionismo que se le da a ciertas creencias hacen que parezcan más válidas que otras sin haber demostrado nada. Cada cual es libre de tener sus pensamientos, pero ello no los verifica. “No vale que afirmes tener un dragón en tu garaje, me lo tendrás que demostrar” ejemplificaba Carl Sagan. Las creencias siempre hallan la excusa para no explicarse. El dragón es invisible, por eso no lo ves; es intangible, por eso no se puede tocar y está a temperatura ambiente, por eso no se puede detectar con infrarrojos. Excusas…
Nadie tiene el derecho a que lo que piense sea verdad, pero todos podemos alcanzar unos conocimientos razonablemente veraces. Lo proponía Platón: todos podemos salir de la caverna y ver la luz. Solo es cuestión de dejar atrás el absurdo mantenimiento de unas creencias que no son más que sombras que nublan nuestra visión real de la vida y de su funcionamiento.
Razón: Artículo de opinión en el marco del periodismo científico sobre el “El positivismo es un humanismo”, capítulo del libro de Jesús Zamora (2005) Ciencia pública-ciencia privada: reflexiones sobre la producción del saber científico. México. Fondo de Cultura Económica.
Temática: Qué sucede cuando las creencias se imponen al razonamiento científico.
Alumnos: María Espinosa Lorenzo.
Curso: 2016-2017
Asignatura: Periodismo especializado.
