Me gusta su nombre. Pero más me entusiasma su piel. Llegar a los cuarenta y cinco le fue muy fácil. Su lozanía era envidiable, aunque mantenerse ágil le costaba lo suyo. Se describía a sí misma como una mujer vital y excitante. Esto le permitía seguir en el candelero de la Agencia de Publicidad Exquisite. No obstante, Paulina Monserrat Avilés decidió que dejaría de trabajar de la noche a la mañana. Se sentía profundamente extenuada y no lograba encontrar la causa. Pensó que ya eran bastantes años entregándose en cuerpo y alma a la agencia. Su labor iba más allá del desarrollo de campañas publicitarias. Era ella quien prácticamente ajustaba un poco de aquí y otro poco de allá el presupuesto de cada proyecto publicitario.
Su ímpetu era digno de elogiarse. La experiencia que le habían dado los años la hacía más atractiva. Pero ya no deseaba seguir compitiendo día a día con jóvenes con ansias de triunfo. ¿Jóvenes? Más bien niñas disfrazadas de mujer. La junta directiva en vano trató de hacerla claudicar, de motivarla a incorporarse en la plantilla de la agencia como lo había hecho durante veinte largos años. Pero Paulina estaba decidida. La única vez que se escucharía su voz en algún taller o reunión sería aquella mañana del mes de octubre. Pensó que ya eran bastantes ideas las que había proporcionado y puesto en marcha. Un constante pensamiento invadía su mente. Por ello, de repente, sin anunciarlo, sin dar ninguna explicación y casi ni a ella misma, comenzó a guardar sus libros y sus documentos en dos cajas. Al principio nadie se imaginó que ya estaba perfilando su despedida. Fue entonces cuando al descolgar los cuadros de su despacho llamó la atención a la señora de la limpieza. Optó por no dar demasiadas explicaciones a sus compañeros. Después de todo, sabía discernir perfectamente quien era realmente quién. Pero hoy, se dijo, iba a decir lo que realmente la motivó a tomar la decisión. Como si de una ceremonia espiritual se tratara se preparó una taza de café bien cargado y se sentó en la mesa en la sala de reuniones. Mientras saboreaba su taza café comenzó a recordar la primera vez que pisó la agencia. Trató de controlar el mismo nerviosismo de becaria que experimentó en su primera entrevista de trabajo.
Fue en vano. Su carácter se había forjado y fortalecido con los años como las plataformas de madera que embellecían el suelo. Pero su cansancio mental y físico era notable. Y el sudor entre sus manos se hacía más que evidente. Su estado la contrariaba aún más. Y no lograba dar con un remedio silente e inmediato.
Pasaron escasos minutos y continuaba perdida entre las brumas del recuerdo. De repente, un chasquido de la puerta de madera quiebra el silencio. Se levanta de inmediato y dirige sus pasos a su despacho. Deseaba poner fin a todo lo que representaba el paripé de su despedida.
Una lágrima por aquí, un abrazo por allá y una media sonrisa fueron razones más que suficiente para salir despavorida.
“Si hay algo que no soporto es la hipocresía en el ambiente laboral”, pensó.
A la verdad que se sentía próxima a un “burn out”. ¿Quién podía comprender su padecimiento sin llegar a conjeturas? Prácticamente nadie.
Se sentía ante un punto de partida sin retroceso. ¿Pero cómo había llegado a tal situación? Era difícil de precisar el día y la hora exacta de sus primeros ataques de pánico. Le faltaba la respiración. Sentía retorcijones en el estómago. Todo le daba vueltas y una constante náusea se apoderaba de sus entrañas. Todo resultaba insoportable por escasos minutos. Minutos que fueron extendiendo cada vez más. Nadie lo imaginaba. Nadie la había notado el sudor de sus manos. Sus incontrolables palpitaciones las podía escuchar aun conversando con sus compañeros de trabajo. Lo tenía más que decidido, pero se resistía a salir por la puerta ancha con aires de derrota. Se decía a si misma que esta situación, o más sencillamente su situación era intolerable. Necesitaba pensar y relajarse. El nudo en la boca del estómago continuaba siendo insoportable.
No sé si seré capaz, – repitió en dos ocasiones mientras trataba de encontrar su cajetilla de cigarrillos dentro de su bolso.
Respira profundamente al mismo tiempo que logra acercar uno de sus cigarrillos dunhill a sus sensuales labios.
No soy cobardica, – pronunció firmemente
Pero me tengo que atrever, repitió pausadamente después de la primera calada.
Fui capaz. Soy capaz, y seré capaz- se repetía incesantemente.
Estaba dispuesta a marchar sin remordimientos…sin aires de derrota.
Pero eso sí estaba dispuesta a callar el nombre de su condición.
Deseaba que su rostro no reflejara su ceño fruncido ya que alguno pudiera percibir su estado mental. Dolor de cabezas recurrentes, dificultad para concentrarse, estado permanente de nerviosismo y ese fastidioso sentimiento de agotamiento, fracaso e impotencia.
Necesitaba descansar. Re- encontrarse a sí misma. Volver a reinventarse y contar sus pasos sobre la arena. Alejada de su despacho, sus papeles y su quehacer diario. Pero con la suficiente dosis de autoestima. Para así poder regresar…
¿Regresarías tú?
* El síndrome de burn out o síndrome del trabajador quemado hace referencia a la cronificación del estrés laboral. Este síndrome se manifiesta a través de un estado de agotamiento físico y mental que se prolonga en el tiempo y llega a alterar la personalidad y autoestima del trabajador.
Razón: Silueta con voz de mujer responde al nombre de la colaboración literaria mensual que la profesora del Grado en periodismo semipresencial, Ruth Amarilis Cotto Benítez, efectuará en Vuélcate. Se trata de una serie de relatos cortos que empoderen a las mujeres.
El logo de su colaboración ha sido cedido por el pintor Alejandro Conde. Se trata de su obra titulada Mujer con sombrero.
Temática: El síndrome del trabajador quemado y Cebil (Anadenanthera colubrina)
Este tipo de madera es autóctona del nordeste de Brasil. Se usa principalmente para fabricar aperos, puertas, ventanas, cercas, vigas, suelos… Y sobre todo para cercas ya que por su dureza es más difícil que le ataquen las termitas. Cabe destacar que gracias a esa dureza, se utiliza para leña porque arde muy lentamente…
Profesor: Ruth Amarilis Cotto. Prof. Filología Inglesa. Dpto. Ciencias Sociales (UEMC).
Especialización: Inglés.