Hoy he despertado con un pensamiento claro. Deseo ver a Candela. No logro sobreponerme. Y toda esperanza se nubla cuando mi terapeuta me dice que no es el momento adecuado para recibir visitas. Por ello, los recuerdos se entrelazan con la nostalgia. Y una lágrima rebelde se revuelve sobre mis mejillas y despierta mis recuerdos y aviva mi imaginación.
Candela, tus enormes ojos castaños tienen ese don especial que es tan difícil de explicar. Tienen el poder de ver más allá de lo que mis ojos ven. Tienen la gracia de descubrir lo que no ha ocurrido y lo que está a punto de acontecer. Pero tú muestras tu alma sublime cuando contienes tus lágrimas al ver pasar junto a ti una gran injustica. Porque así eres tú. Pero detrás de tu coraza sobrenatural, se oculta una gran tristeza. Y es esa tristeza la que hace fuerte, invencible y hasta fría en cierto sentido tu alma. ¡No lo sabes! Pero desatas una tempestad dentro de mí. Rebusco en lo más recóndito de mi memoria los dones del espíritu. Descubro que es un tema ya casi olvidado en los tiempos en que vivimos. Y a tontas y a locas no logro descubrir qué don o dones tienes tú.
Es como si tuvieras una percepción sobrenatural que te permite distinguir el motivo intrínseco de las palabras o las acciones de las personas. Eres lo suficiente sensible para clarificar y juzgar el proceder del comportamiento humano, y más concretamente el saber estar de muchos seres que comparten nuestro círculo de amigos, pero que yo temo acercarme. Y miro a mi alrededor. Pero escucho el chasquido de las olas de este tempestuoso mar. Y me entrego a su ir y devenir. Pero cuando regreso a la realidad, observo tus labios que a través de tu sonrisa pronuncian mi nombre en diminutivo.
Compruebo que estoy en el mismo lugar. No a la misma hora. Pero sí con el mismo entusiasmo hacia el olor de esta tierra que no es tuya ni tampoco mía. Un olor que persiste más allá de los recuerdos; en el silencio de la noche, en la quietud de la madrugada. Un olor que me fortalece. Un olor que se aposenta sobre mí cada verano.
-¿Sabes algo?,- me preguntas seriamente.-
-Dime,– te contesto sin imaginar siquiera lo que se aproxima a través de la senda de tu mente.
– Siento que te duelen las palabras. Quiero decir mis palabras-, me dices mirándome fijamente a los ojos.
-Me duele descubrir la traición ajena. No a través de ti sino a través de tus ojos… tu percepción-, concluí.
Callas. Piensas. Re-piensas y me invitas a recorrer el borde de la pasarela del malecón. Y no mediamos palabra alguna. Proseguimos a mi rincón. Despacio. Pero con paso firme. Ha llovido hace escasos minutos y las hojas se adhieren a mis zapatillas y al bajo de mis pantalones, por lo tanto, me detengo unos escasos segundos.
Y veo pasar rápidamente la misma ráfaga de tristeza que vi en tus ojos la primera vez que te conocí. Rompo el hielo y te pregunto si crees en Dios. El eco del silencio retumba entre las hojas de los árboles de castaños. Una de tus manos realiza un movimiento brusco y luego tembloroso.
De repente, sacas un hermoso crucifijo de plata. Hermoso. Antiquísimo. Y con un dulce beso sobre la cruz respondes a mi pregunta y sacias mi curiosidad.
Razón: Silueta con voz de mujer responde al nombre de la colaboración literaria mensual que la profesora del Grado en periodismo semipresencial, Ruth Amarilis Cotto Benítez, efectuará en Vuélcate. Se trata de una serie de relatos cortos que empoderen a las mujeres.
El logo de su colaboración ha sido cedido por el pintor Alejandro Conde. Se trata de su obra titulada Mujer con sombrero. Y este mismo pintor colabora con otras obras cedidas para ilustrar específicamente algunos relatos de la autora.
Temática: Amor.
Profesor: Ruth Amarilis Cotto.
Especialización: Filología Inglesa. Dpto. Ciencias Sociales (UEMC).