Madame Curie, en Silueta con voz de mujer

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“La humanidad necesita hombres
prácticos, que sacar el mayor proyecto de su
trabajo, y sin olvidar el interés general,
salvaguardar sus propios intereses. Pero la
humanidad también necesita soñadores, para
quienes el desarrollo de una tarea sea tan
cautivamente que les resulte imposible
dedicar su atención a su propio beneficio”.
Sin duda, estos soñadores no merecen la
riqueza, porque no lo desean. Aun así, una
sociedad bien organizada debe
garantizar a tales trabajadores los medios
para llevar a cabo su labor con eficacia,
en una vida libre de cuidados materiales y
libremente consagrada a la
investigación.“ Marie Curie

A Luly

Ella tiene un don que tú ni yo tenemos. Ni ostentamos. Y ni tan siquiera tendremos. Cuando su rostro resplandece ocurre lo insospechado. Entiendo que ya ha realizado su análisis y tiemblo. Es un ser realmente peculiar. Sana con la mirada. Me gusta perderme en el color azabache de sus ojos. Perderme para luego encontrarme en la suavidad de tu regazo. ¡Sí! Perderme para que luego tu cordura innata me rescate. Rescatarme de mis exageraciones, -mis hipérboles desnudas y trasnochadas.
“Ella sana con la mirada”, me acerco y te lo susurro en voz baja.
Y me voy acercando a ti. Me uno a tus manos, a tu semblante grisáceo de experiencia humana.
Me enrosco en tu cabello queriendo llamar tu atención y te sueño.
Sueño en ti. Sobre ti. Sobre ella. Sobre la humanidad. Sobre su manera de ver la realidad. Sueño sobre su manera de sanar con la mirada. Su mirada que extirpa lo preciso e intangible. Ella sigue teniendo en mis sueños su don. El don de sanar… pero con la mirada. Ella es capaz de llevar a cabo un análisis exhaustivo de tu ser. Y sin querer te desnuda el alma.
-“Cúbrete”, me reprochas.
-“¿Para que he de cubrir mi piel?”, te recrimino. “Si mi piel recién dormida sueña desnuda”…
¡Qué gran ilusión! Ella sigue teniendo un don.
Un don que tú y yo no tendremos…
-¿Amor, recuerdas la primera vez que descubrimos San Claudio? Su energía era tan tangible como el olor de las camelias. Su recibimiento no fue nada premeditado… Era como si supiera de por sí que nos veríamos aquella tarde.
No lo intuyó… lo vio.
Siempre he creído que querer ver más allá es un don obsequiado por el Señor de las alturas. Dentro de la complejidad de la mente humana es difícil o casi imposible de aceptar lo que no se percibe en nuestra realidad más inmediata.
A sabiendas, gracias a nuestros ojos, podemos
ver lo que acontece a nuestro alrededor.
Ver acontecimientos que ocurren a gran distancia;
ver situaciones u objetos distanciados por el tiempo, es decir visionar en el pasado, o en el futuro con semanas o meses de antelación.
A sabiendas de que no seamos conscientes de ello, todos tenemos el poder de ver y percibir lo que a simple vista parece oculto a la mirada normal de nuestros ojos.
Este poder es lo que conocemos como clarividencia, que simplemente significa “ver con claridad”.
No obstante, cuando se produce este espectacular fenómeno, normalmente viene acompañado de clariaudiencia. Éste es el poder de oír lo que es imperceptible para nuestro oído físico ordinario. ¿Increíble?
Pero sigo pensando que hay seres sensibles con un don muy especial. Y ella sigue siendo uno de ellos. Porque ella seguirá teniendo este don. Un don que ni tú ni yo tendremos…

Razón: Silueta con voz de mujer responde al nombre de la colaboración literaria mensual que la profesora del Grado en periodismo semipresencial, Ruth Amarilis Cotto Benítez, efectuará en Vuélcate. Se trata de una serie de relatos cortos que empoderen a las mujeres.
El logo de su colaboración ha sido cedido por el pintor Alejandro Conde. Se trata de su obra titulada Mujer con sombrero.
Temática: Ver más allá.
Profesor: Ruth Amarilis Cotto.
Especialización: Filología Inglesa. Dpto. Ciencias Sociales (UEMC).

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