¿Por qué?

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¿Por qué vivir una vida sin sentido? ¿Por qué vivir una vida con continuas trabas, donde continuamente nos replantemos si cada decisión que hemos escogido es la correcta o simplemente si deberíamos seguir viviendo sin un motivo concreto, por un bien u objetivo específico, que al final nunca será satisfecho ya que hay anhelos que no están a nuestro alcance? Porque… ¿Qué es la vida? Supongamos por un momento que la vida de una persona es una flor. Claro está que cada flor es diferente al resto y que, por tanto, cada una tiene una apariencia y número de pétalos distintos. Los pétalos serían las etapas de la vida que en función del tiempo van marchitando y la flor va perdiendo su hermosura y su juventud; por ejemplo, un pétalo representaría el nacimiento, cuya descripción subjetiva sería la lucha sin conciencia desde el nirvana con todo lo básico y fundamental, pero sin nada secundario y añadido, hacia un mundo hostil habitado por criaturas que complicarán la existencia del ser humano y donde la forma de vida son las superexigencias, que una y otra vez limitan y fuerzan al humano a cumplir propósitos sin fundamento motivacional, inculcados por una sociedad corrompida y obsesa por propulsar el supuesto bienestar de los individuos que la conforman, y no según se rechaza, para la contribución económica de unos pocos y la avaricia por el poder, valores que se inculcan a estos individuos y que manifiestan destruyendo sus propios valores puramente humanos.

Se puede imaginar que nuestros pensamientos no son más que el usufructo inteligible de la falta de conocimiento y de la vergonzosa comunicación de la sociedad sobre nuestro ser. Sin embargo, indago que puede ser la propia sociedad la que nos confunde y nos altera el pensamiento particular para evitar cualquier revelación y que nos evadamos de los problemas individuales a través de pensamientos laterales basados en cogniciones colectivas como el consumismo. Con esto infiero, que el ser que poseemos, transmitimos y ejercemos, no es sino un conjunto de procesos transformadores societales, debido a factores externos que han modulado nuestra identidad personal para ser un producto en serie más de la sociedad, que tiene como necesidades impetuosas el consumismo y la similitud con los que te rodean, convirtiéndonos en sujetos y seres que propician la uniformidad, y por tanto, en masas que siguen a líderes como futbolistas o personajes populares, como una marabunta voraz sin control.

Por otra parte, la mayoría de las personas no viven por un objetivo o por un fin el cual esté respaldado por un factor que en mi opinión es una de las grandes bases para vivir con sentido, que es la motivación. Dia a día nos levantamos, sin ganas, cumpliendo las exigencias que nos imponen y, con carencia de ilusión, esfuerzo e ímpetu por ser productivos y por llegar a ser felices consiguiendo sobrepasar nuestros límites, estando, por tanto, orgullosos de nuestros hechos y logros.

Se observa a individuos que sus visiones no van más allá de crear buena imagen a personas que en verdad no les importa lo que piensen o hagan; de pensar en un  futuro más lejano, de qué haré mañana o qué ropa me compraré estas navidades; de no saber qué hacer con su vida porque están aburridos, ya que suelen realizar las mismas actividades monótonas; de ser un lunes y desear con angustia que llegue el sábado para ver cuántas copas me bebo y con cuántas o cuántas me ligo esa noche o para no trabajar porque es un suplicio enorme que cansa; que no van más allá de ser conformistas sin sopesar que se puede alcanzar metas muy grandes, con la motivación que mencionaba anteriormente, y sin el orgullo de creerse que ya lo saben hacer todo y creyéndose mejor que el resto de individuos que lo rodean. Esto es claro, una visión específica y diferente a la que mucha gente tiene del concepto de vida.

Desde otro punto de vista, más empático y más social, y por tanto menos individualista y menos negativo, la vida es uno mismo y las personas que conforman tu vida. Porque una vida si no es compartida, no es vida. Somos seres sociables y necesitamos y queremos ser y tener con otras personas, y que si no lo tenemos no seremos felices. Simplemente con el hecho de vivir solo y para uno mismo no se consigue obtener beneficio ni un desarrollo psicosocial correcto y adaptado, como es el caso del niño de Aveyron o el caso de una persona aislada socialmente que vive pensando día a día que no tiene valor como persona y que nadie le quiere, muchas veces evocando al suicidio, como única alternativa para eludirse y evadirse de la sociedad que no lo acepta.

Aludiendo al símil narrado al principio de este ensayo, la flor está formada por pétalos que son las etapas de la vida de una persona. Para muchos, la visión de la vida es simple, con la idea de que, si al final nos moriremos, ¿por qué hemos de vivir esforzándonos continuamente si al final todo eso terminará? Para mí, la respuesta es muy sencilla. Gracias a la naturaleza o a un dios o al destino, como quieras verlo, nos ha brindado la maravillosa oportunidad de poder disfrutar y, en definitiva, vivir, sentir, amar y respirar; de tener una oportunidad de hacer lo que quieras y de sonreír en un estado de euforia con lo que te gusta, lo que quieres conseguir y las personas que te hacen feliz. Esta frase mítica de que “la vida es el mayor regalo”, es cierta; todo lo que no existe es porque dios, la naturaleza o el destino no se lo ha concedido. Por eso hay que aprovechar lo que somos y conseguir lo que seremos.

Y, para terminar, un refrán de mi cosecha, es decir, creado por mí: “De la vida toma parte y que nada ni nadie te aparte”.

FIN

Razón: El alumno de 1º de Psicología de la UEMC, Iván Fernández Cantero, participa en el 1er concurso vuelcatero 2019-2020 con un texto de opinión.
Temática: Reflexión sobre la existencia humana y sus devenires.
Alumnos: Iván Fernández Cantero.
Curso: 2019-2020.
Asignatura: Concurso vuelcatero 2019-2020.

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