Lujuria: preludio

0

Todo comenzó en un pequeño bar de Valladolid. Como todos los viernes a las diez, salía de trabajar de la fábrica cansado y fatigado, sediento de una refrescante cerveza de malta, y como de costumbre iba con mis compañeros a un humilde y maloliente bar situado enfrente de donde cinco días a la semana me ganaba el pan.

Así pues, lleno de grasa y apestando a esclavitud laboral, entré por la pequeña puerta de madera del bar «Verderben». Nada más entrar lo primero que percibes por los sentidos era un maravilloso y pestilente olor a sudor, grasa y químicos. A mí al principio no me agradaba, pero con el paso del tiempo aquel hedor me producía una asociación a descanso y libertad, lo que era de lo más gratificante. Seguidamente, lo segundo que puedes percibir es una gran cantidad de hombres con mirada cansada llenos de suciedad, sólo los de la fábrica íbamos allí, ¿quién cojones iba a querer entrar a ese tugurio si no?

Una desgastada barra de madera acaparaba por completo uno de los laterales del bar y en el resto del mismo, mesas viejas albergaban a hombres desamparados. ¿Deprimente? puede que sí, pero la verdad es que me encantaba. Mis compañeros y yo nos sentamos en la única mesa que quedaba libre al fondo del bar.

Me acerqué a la barra a pedir la primera ronda. – ¿Qué pasa Cuco? – me saludó el camarero. Yo no me llamo así, pero no sé por qué motivo aquel hombre pequeño que parecía un toxicómano llamaba a todo el mundo de aquella extraña manera. – Cinco cervezas por favor. – le contesté. – Marchando. – Esperando a que aquel extraño ejemplar de humano me sirviese las cervezas, percibí que el bullicio típico del Verderben se apagaba por completo, me di la vuelta para mirar qué pasaba y vi a todo el mundo inmóvil con la boca abierta, mirando incansablemente hacia la puerta, por lo que me giré hacia la misma, y vi a una preciosa mujer que entraba por ella, algo del todo inusual por supuesto. Unos ojos verdes hipnóticos, una sonrisa amplia y maravillosa, una tez morena, pelo largo y oscuro, una figura demencial, un vestido blanco que hacía que todos sus rasgos se realzasen aún más. Me quedé atónito. Cuando me quise dar cuenta estaba como los demás hombres, con la boca abierta y sin perder de vista a aquel ángel que por algún extraño motivo se hallaba en el bar Verderben.

No sé cómo ni por qué logré que mi mirada se separase de ella, lo que me llevó a una gran confusión ya que el tiempo se había parado por completo. El camarero, como una estatua, estaba tirando la cerveza, pero como él, el chorro de cerveza que salía del grifo se había detenido. Todos los hombres del bar estaban en diferentes posiciones, unos bebiendo, otros sentados en sus sillas, otros fumando… todos estaban inmóviles mirando a aquella mujer. Fue como en aquellos relatos donde Medusa convertía en piedra a todo aquel que la mirase fijamente, lo único que esta chica paró por completo el tiempo. Yo era el único que me hallaba normal, lo que hizo que esta chica viniese hacía mí, con un caminar seguro e incluso intimidatorio.

Se sentó en el taburete de al lado, cogió una copa de la «estatua» que tenía a su lado y bebió un trago corto, seguidamente se recostó sobre la barra apoyando la cabeza en su mano y me miró sonriente. Al estar tan cerca de mí, podía apreciar sus casi imperceptibles pecas, y sus increíbles ojos verdes con matices marrones, era impresionante.

-¿Quién eres?- la pregunté medio balbuceando debido a mi nerviosismo. Ella únicamente se rió con una sonrisa encantadora. – ¿Qué le has hecho a todo el mundo? – Ella sin parar de sonreír me dijo con una voz tenue. -Pronto nos conoceremos, Santi.-

De repente y sin darme apenas cuenta, aquella mujer había desaparecido. El bullicio volvió al bar, como si nada hubiese pasado, el Cuco (así es como llamaba al camarero) ya tenía listas las cervezas y me tuvo que arrear un golpe en el hombro porque estaba obnubilado pensando en qué es lo que acababa de pasar. Cuando llegué a la mesa donde mis compañeros esperaban ansiosos sus cervezas, les pregunté sobre la chica, pero me dijeron que les estaba bromeando porque no habían visto a ninguna chica. – Santi, no nos vaciles – decían.

Sin entender lo sucedido y sin poder dejar de pensar en ello, continué con mi rato de paz bebiendo mi cerveza de malta.

wattpad@DiegoPerezRH
Instagram: diego_perezrh

Razón: El alumno Diego Pérez Recio publica en Wattpad sus relatos y ha querido compartirlos con la comunidad UEMC mediante la sección denominada Implosión con la que pretende emocionar y conectar con el lector.
Temática: Santi, un hombre corriente, se ve envuelto en un océano de lujuria y desesperación por una misteriosa mujer que hace que todos sus sentidos se desequilibren.
Alumnos: Diego Pérez Recio.
Curso: 2019-2020.
Profesor responsable: Carolina Pascual Pérez (Dpto. Ciencias Sociales).

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here