Durante décadas, el discurso dominante en Occidente proclamó que la religión estaba destinada a extinguirse. Independientemente de fuerzas con la posesión de la bomba atómica, o países con un nivel más o menos desarrollado, la religión es uno de los pilares que sustenta la cultura mundial.
Las iglesias vacías, la pérdida de autoridad del clero y el ascenso del pensamiento científico parecían anunciar el triunfo definitivo de la secularización. Pero hoy, en pleno siglo XXI, asistimos a un fenómeno inquietante y complejo: la religión no sólo no ha desaparecido, sino que ha retornado con fuerza a la esfera pública, a la política, a los medios y, sobre todo, a la vida cotidiana. Como periodista cultural, más allá de los titulares sobre el fundamentalismo es necesario preguntarse ¿Estamos volviendo a Dios o simplemente hemos trasladado lo sagrado a otros altares?
Durante el siglo XX, muchos sociólogos pensaron que la religión perdería relevancia con el avance del progreso y la racionalidad, como plantearon Durkheim y Weber. Sin embargo, la realidad mostró lo contrario. Tras el colapso del bloque soviético, surgieron nuevas formas de religiosidad. En EE.UU crecieron las iglesias evangélicas, en América Latina el pentecostalismo ganó terreno y, en Europa, el islam y las espiritualidades alternativas se hicieron más visibles. Peter Berger, uno de los teóricos de la secularización, reconoció que el mundo no se ha secularizado, sino que ha experimentado una diversificación y globalización de lo religioso.
La religión no ha desaparecido, sino que ha cambiado de forma. Ya no se limita a instituciones o dogmas tradicionales, sino que se expresa de manera individual, emocional y flexible. Hoy se mezclan creencias diversas en una espiritualidad a la carta. Lo sagrado se ha desplazado a nuevas esferas como el deporte, el consumo, la política o la cultura pop. Líderes políticos actúan como profetas, y los medios de comunicación difunden mitos y figuras mesiánicas. En un mundo hiperconectado pero solitario, la religión, aunque transformada, sigue ofreciendo respuestas que la razón moderna no ha logrado dar.
Lo religioso no ha desaparecido, sólo ha cambiado de forma y de escenario, ya que ahora habita en los algoritmos, en los cuerpos, en las pantallas. Por eso, el periodismo cultural debe ir más allá de lo espectacular y explorar los imaginarios que sostienen estas expresiones. Comprender el retorno de lo sagrado es también comprender los vacíos y anhelos de nuestra época. Como decía Durkheim, “toda sociedad necesita un dios, aunque hoy lo llame de otro modo”.
Razón: Los alumnos de la asignatura de Periodismo especializado -parte cultura- realizaron un artículo de opinión sobre la vinculación entre cultura como un todo y las características de la sociedad postmoderna y cultura como un arte y las características del postmodernismo cultural, así como su relación con textos del premio Espasa de ensayo (2021) Entre águilas y dragones de Emilio Lamo de Espinosa y el periodismo cultural.
Temática: Vuelta a lo sagrado.
Alumnos: Adrián Tenrero Hidalgo.
Curso: 2024-2025.
Asignatura: Periodismo especializado.