El pop, ese fascinante y oscuro objeto de deseo

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He de reconocer que el pop en sus múltiples manifestaciones siempre me ha fascinado, porque en esencia condensa en un producto comercial muchas de las tendencias presentes en la sociedad y se convierte en un objeto tentador capaz de satisfacer de forma instantánea muchos de nuestros deseos. Por ejemplo en el ámbito musical, cuando hablamos de un hit, nos referimos a ese pelotazo que oímos a todas horas y que suele contar con un estribillo pegadizo, un ritmo endiablado, una sencilla melodía que te secuestra la voluntad y una duración limitada a 3 minutos que te proporciona un bienestar y una felicidad que hace que cantes y bailes sin remedio. Con estas características, cualquier cosa investida de esa aureola de píldora mágica puede transformarse en un símbolo pop con capacidad de seducir a millones de personas y proporcionarles una identidad y un estilo de vida solo por el mero hecho de consumirlo.

Para mí son muy pop productos o servicios tan diversos como la Coca-Cola, el iPhone, la aspirina, el videoclip, el Real Madrid CF, el coaching, la Viagra, el whopper, la autoayuda, la PlayStation, YouTube, Instagram, etc. Pero también existen múltiples personajes pop que se convierten en producto, incluso fuera del ámbito musical, como Cristiano Ronaldo, Paul Pogba, Kim Kardashian, Cristina Pedroche, etc. En su día, este reinado del pop no musical lo protagonizó David Beckham, monitorizado eso sí por su mujer Victoria, una verdadera pop star que es maestra en la materia. Seguramente, si seguimos este patrón podríamos nombrar muchas más personalidades pop de la política, el cine, el deporte, la televisión, la literatura, la ciencia, etc.

El pop desde mi opinión tiene sus puntos favorables, ya que puede acercar a la mayoría de ciudadanos ideas, estilos o movimientos que solo conocen unas pocas personas expertas, por lo que ese conocimiento elitista y minoritario se populariza y se hace accesible a todos los individuos. Por ejemplo, yo fui capaz de descubrir la música negra de los 50 gracias a un producto pop muy disfrutable como los Rolling Stones, que iniciaron su carrera realizando numerosas versiones de maestros del blues y el rock and roll y que, posteriormente, dejaron una huella definitiva en sus propias composiciones. Estamos hablando de artistas americanos como Chuck Berry, Bo Diddley, John Lee Hooker, Muddy Waters, Robert Johnson, Elmore James y Willie Dixon, que los pude disfrutar gracias a estos ingleses eternos.

En este caso descrito, el pop sirve como medio para popularizar unos estilos de música y artistas desconocidos por el gran público que enriquecen culturalmente a la mayoría de ciudadanos, por lo que me parece un instrumento adecuado para su consumo, ya que te permite explorar las raíces de ese producto y conocer a más artistas que sembraron la semilla de ese protagonista que se lleva la fama. En otras disciplinas, también me parece que puede realizar esa misma función, como por ejemplo el coaching, que desde mi punto de vista es un producto y servicio pop que, procediendo del deporte profesional, ha sabido adueñarse de los principios de la psicología humanista y alimentarse de diferentes escuelas de psicoterapia y filosofías orientales para contextualizarlo en el ámbito empresarial y en el desarrollo personal en un momento de crisis de valores donde ha encontrado una amplia respuesta. Al estudiar esta disciplina, podemos identificar esas influencias y podemos descubrir a autores clave como Carl Rogers, Albert Ellis, Viktor Frankl, Virginia Satir, Fritz Perls y otros que son fundamentales para entender muchas de las metodologías empleadas en esta disciplina.

Incluso, dentro de la propia psicología, podemos encontrarnos con fenómenos pop análogos, como Daniel Goleman y su superventas de 1995 “Inteligencia emocional”, que trascendió el ámbito de la psicología académica y llegó a ser una revolución conceptual mundial en el mundo de la empresa y el liderazgo. Goleman, en mi humilde opinión tuvo el mérito de recopilar e integrar diferentes teorías y modelos de inteligencia emocional y social ya existentes en el mundo académico, dándoles una coherencia teórica y aportando evidencia investigadora, pero lo que supo hacer es venderlo mejor que nadie ofreciendo un producto atractivo, fresco y nuevo para el mundo empresarial.

También la psicología positiva, una rama desarrollada a finales de los 90 cumple con algunos requisitos de la filosofía pop, ya que los temas de sus publicaciones se popularizaron rápidamente en libros de autoayuda, revistas, programas de TV y en blogs de Internet, ya que sus estudios se centraban en el bienestar, la felicidad, las emociones positivas y las virtudes humanas, lo que llamó poderosamente la atención del gran público y sirvió para generar un nuevo movimiento social en torno a la felicidad, el optimismo y la esperanza del que viven fenomenalmente bien numerosos gurús que son más estrellas mediáticas que divulgadores científicos.

Por supuesto, en muchos de estos casos, ese producto pop es de buena calidad y satisface las necesidades que se le presuponen, por lo que es un producto estrella que es a la vez atractivo y eficaz. Desde este sentido, el pop para mí es fabuloso y necesario. Además, volviendo a la música, representa esa convergencia de diferentes estilos que son absorbidos y convertidos en algo nuevo, deseado y apetecible que disfrutan personas de todo el planeta con diferentes gustos y preferencias.

Remontándonos de nuevo a la arqueología musical, para mí Elvis fue el primer icono pop, por mucho que se diga que es el rey del rock e intentaré argumentarlo. Elvis era un joven cantante blanco percibido por millones de jóvenes americanos como alguien atractivo, sexy y moderno. Una de las claves de su éxito fue que centrifugó la música negra para convertirla en algo más ligero y “cool” que pudiera gustar a la mayoría de jóvenes blancos que vivían en una cultura racista, además la vistió con un buen tupé y la meneó con precisión con sus movimientos de cintura.

En Inglaterra, sucedió algo similar unos años después con los Beatles, unos jóvenes de Liverpool que lograron el reinado universal del pop a través de la fusión del rock and roll, el rhythm and blues y el country, con el que crearon un nuevo monstruo llamado música beat, que sería el germen de la actual música pop. Además del fenómeno musical, los Beatles provocaron un fenómeno estético y cultural que invadió toda Inglaterra y que trascendió rápidamente a toda Europa. Desde esta perspectiva, el pop supuso el inicio de un rápido desarrollo cultural y artístico en muchos países que generó una efervescencia creativa en todas las disciplinas conocidas.

En este periodo de los años 60 se establecieron las primeras bases del negocio del pop, que con las décadas fueron sofisticándose en lo estético y devaluándose en lo musical. En este proceso de generación de ídolos pop solo se conservó el ingrediente principal de la imagen, donde lo importante de los artistas o las bandas musicales creadas al efecto era que fueran chicos guapos, jóvenes, simpáticos, alegres, desenfadados y con un look moderno que generara tendencia. En los años 80 tenemos múltiples ejemplos, como Duran Duran, Spandau Ballet, New Kids on the Block, Rick Astley, George Michael etc., pero en mi opinión la verdadera superestrella del pop en esa década no fue Michael Jackson, sino que lo fue una mujer, Madonna, que estableció las nuevas bases de las posteriores musas del pop y que, dirigiendo su propia carrera bajo los parámetros de una diva del pop, trascendió a la propia música y generó vanguardia estética, moral y social a través de sus videoclips, películas, entrevistas, conciertos, etc.

Más tarde, en los 90 salieron muchísimos más artefactos pop ad hoc como Take That y Backstreet Boys que siguieron el mismo molde industrial del pop estándar, pero de nuevo en esa misma década el pelotazo se lo llevó una de las bandas femeninas más populares como las Spice Girls, que al igual que Madonna revolucionaron el ideario estético juvenil.

Por supuesto que muchos de los clásicos del pop siguieron en su idea de ser más músicos que modelos juveniles y tuvieron una carrera artística impecable, como David Bowie, U2, Depeche Mode y Prince entre otros.

De todas formas, aunque el estilo beat fue el iniciador de la iconografía pop, fue musicalmente tan influyente que muchas bandas posteriores y claves de la música pop siguieron el legado musical de estos clásicos de los 60, como The Smiths en los años 80, The Stone Roses en los 90 o Franz Ferdinand en la primera década del siglo XXI.

El problema del pop, bajo mi punto de vista, viene dado en muchas ocasiones por la propia transformación de esa idea o fenómeno en un artificio pop que lo desvirtúa, ya que su obligada comercialización a gran escala lo despoja de su esencia y pierde el sentido inicial, convirtiéndose en un mero sucedáneo de esa idea original que solo pone el foco en lo superficial. Es cuando el producto pop pierde esa función de instrumento cultural y llega a ser el fin en sí mismo. Esa maquinaria ya sólo tiene valor comercial y sus atributos intangibles son los señuelos para engañar a millones de ciudadanos convertidos en meros consumidores.

Pero más allá de la atracción que el pop suscita en las masas, algo así como ese caramelito envasado en un papel multicolor que es irresistible para un niño, hay que valorarlo como una estrategia maquiavélica que absorbe todas las cualidades positivas de una idea o filosofía y se las atribuye al producto, por el que a través de su consumo las personas nos sentimos libres, sexys, seguras, modernas, elegantes, etc.

Precisamente en la expectativa de proporcionarnos esa pildorita instantánea de felicidad reside su fascinación y su oscuro objeto de deseo, porque es algo que capta rápido la atención, te engancha y proporciona un placer inmediato al que es muy complicado resistirse, ya que su consumo estimula los circuitos cerebrales de recompensa, lo que nos genera una sensación rápida de bienestar. Por ello, el pop tiene esa oscura dimensión, en la que vampiriza cualquier tipo de arte, idea o movimiento intelectual y lo convierte en un objeto de fácil consumo que va dirigido a satisfacer de forma sustitutiva las diferentes necesidades de las personas.

Esta línea puramente hedonista y comercial del pop es la que predomina abundantemente en la actualidad y lo que me preocupa es que está llegando a la esfera del propio individuo, ya que a muchísimas personas les encanta tener su identidad pop como si fueran superestrellas, imitando a éstas mostrando sus vacaciones, comidas, fiestas y celebraciones a través de las imágenes y videos publicados en las redes sociales, sobre todo en la red más pop, que es Instagram, donde lo visual relega al texto y se configura como único mensaje, asemejándose las imágenes de millones de usuarios a un anuncio de perfumes o de ropa.

Estas redes han permitido acercar directamente la realidad cotidiana de las celebridades a sus seguidores sin necesidad de los medios tradicionales y ha generado un efecto boomerang en muchas personas anónimas, las cuales no necesitan los medios de masas para vivir en la cultura pop y sentirse celebrities. El objetivo de todas estas personas sucedáneas de una “pop star” es proyectar una imagen de felicidad y diversión que obtenga el máximo número de seguidores, “likes”, corazoncitos o lo que sea. Ese es el indicador cuantitativo más importante y definitivo del grado de éxito que uno alcanza en la esfera virtual pop, una forma evasiva de vivir la realidad social que es mucho más “guay”, sencilla y agradable que las interacciones presenciales, que son mucho más complicadas y requieren de más tiempo y esfuerzo para obtener el reconocimiento social.

Por supuesto este prisma pop de la realidad provoca que muchos jóvenes se sientan indefensos ante cualquier pequeño problema social y no tengan recursos de afrontamiento para superar cualquier conflicto personal. Esta vida pop les infantiliza y les hace más inseguros, dependientes e impulsivos.
Como podéis comprobar, el pop que empezó como un estilo musical se ha transformado en un estilo de vida hipnótico, que fascina y deslumbra en lo superficial, pero sacrifica los valores más básicos de la autodeterminación individual y evangeliza en la religión de lo superfluo a millones de jóvenes cautivados por lo material, que son verdaderos zombis de la posmodernidad.

De parte de todo el equipo Vuélcate, muchas gracias Samuel por tu colaboración y mucha suerte en tu nuevo proyecto profesional.

Razón: Samuel Ibáñez es orientador laboral en la UEMC, licenciado en psicología social y experto en coaching. La sección de Lecturas desnudas es un espacio abierto a la psicología humanista que pretende comprender mejor nuestros pensamientos, emociones y conductas para disfrutar de la vida.
Temática: El pop como fenómeno global ha ido canibalizándose y trasciende de la música para modelar un estilo de vida virtual.
PAS: Samuel Ibáñez Rodríguez. Orientador laboral en el Centro de empleo y carrera profesional (CEMCAP) de la UEMC.
Especialización: Psicología y Coaching.

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