Briggitte, la mariée

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“No le parece que ha de haber cosa
imposible a quien ama”.
Santa Teresa de Jesús

Aquel día en especial, ella aprendió a contar la distancia en metros y el tiempo en escasos segundos. En un principio, sintió miedo. Miedo al escuchar sus propios latidos cada vez que sus miradas se encontraban. Sentía que su cuerpo flotaba al compás pausado de la melodía del vals El Danubio azul de Johann Strauss. Ella le concedió aquel vals e imaginó que estaba descalza y de puntillas sobre la ancha puntera de charol de sus zapatos. Primero el pie izquierdo y luego el derecho. No era lo correcto, pero su largo vestido de terciopelo anacarado servía de pretexto ante tal osadía. Eran vilmente observados por varios de los asistentes. No lograba comprender por qué la envidia se había propuesto empañar el brillo de sus ojos aquella tarde. Muchos de los presentes deseaban descubrir el más mínimo indicio para argumentar que esa unión no estaba bendecida por Dios.

Pero ella escondió todo su orgullo envuelto de papel de seda rojo y con una sonrisa plena y sincera, desfiló. Lucía espectacular. Su largo cabello trenzado se escondía debajo de una elegante pamela de color marfil. Vestía un modelo de alta costura descaradamente hermoso y hecho a mano por el diseñador parisino Rime Arodaky.

Siempre quise asistir a una ceremonia nupcial en que alguno de los contrayentes dijera que no. Éste no era el caso. Sorpresivamente, el silencio se rompió en mil pedazos y mientras éstos se esparcían sobre el suelo se escuchó: “VIVAN LOS NOVIOS”. He de confesar que en ese preciso instante me sentí estallar como una jarra de cristal y reducida a millones de gotas de agua, mis lágrimas. La pareja de recién casados no parecía estar cansados en lo absoluto. Quizás un poco abrumados ante tantas felicitaciones. Bailaron hasta el éxtasis y brindaron con el exquisito champagne Moet & Chardon hasta la saciedad. En escasos diez segundos, Brigitte le obsequió con el bálsamo más dulce que una mujer puede dar a un hombre: un dulce “te quiero”.

Él posó su mano sobre el rostro de ella y le susurró al oído: Es hora de marcharnos, Briggette, – le dijo.

Y él le prometió que de ahora en adelante recorrería las constelaciones de su alma hasta el punto de que de ella habría de convertirse en todo su Universo, su Mundo entero…su Infinito.

Porque desde aquel instante ella ya albergaba en su vientre otro ser…

Ese era su gran secreto. Ellos ya eran tres.

Razón: Silueta con voz de mujer responde al nombre de la colaboración literaria mensual que la profesora del Grado en periodismo semipresencial, Ruth Amarilis Cotto Benítez, efectuará en Vuélcate. Se trata de una serie de relatos cortos que empoderen a las mujeres.
El logo de su colaboración ha sido cedido por el pintor Alejandro Conde. Se trata de su obra titulada Mujer con sombrero. Y este mismo pintor colabora con otras obras cedidas para ilustrar específicamente algunos relatos de la autora.
Temática: Amor.
Profesor: Ruth Amarilis Cotto.
Especialización: Filología Inglesa. Dpto. Ciencias Sociales (UEMC).

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